Son varios los infortunios de la historia que podrían haberse evitado si alguien hubiese alzado la voz contra el pensamiento grupal, esas decisiones que se toman de forma irracional simplemente por seguir la corriente al grupo. Podríamos mencionar la explosión del transbordador espacial Challenger de 1986, la invasión de Bahía de Cochinos de 1961, incluso el desastre del Titanic. ¿Se habría evitado uno de los mayores naufragios de la historia si alguien hubiese desaconsejado navegar a toda velocidad en un océano helado repleto de icebergs?
Las consecuencias de esos sucesos nos sirven hoy como un recordatorio sombrío y una lección ética de los peligros del pensamiento grupal o colectivo. Este fenómeno psicológico, que implica una tendencia a conformarse con las opiniones dominantes y suprimir las voces críticas, fue un factor determinante en el desenlace trágico de aquellos eventos.
¿Qué voy a leer en este artículo?
La presión grupal que silenció las voces críticas que pudieron evitar una tragedia
El peligro del pensamiento grupal reside en su capacidad para debilitar la toma de decisiones y la consideración crítica de los riesgos. La complacencia que surge de la conformidad puede cegarnos ante los detalles cruciales y desembocar en consecuencias catastróficas.
“El peligro del pensamiento colectivo reside en su capacidad para debilitar la toma de decisiones informadas y la consideración crítica de los riesgos”.
Eso fue precisamente lo que sucedió en los desastres que mencionábamos al principio de este texto. Episodios que nos recuerdan la importancia de fomentar una cultura donde se valore el pensamiento crítico y se promueva la comunicación abierta. Alentando la diversidad de opiniones y brindando un espacio seguro para la expresión de preocupaciones, podemos evitar caer en las garras del pensamiento colectivo y sus trampas.
Pensamiento grupal: cuando la presión social acalla al criterio propio
En cualquier situación de grupo, las personas queremos sentirnos aceptados por otros miembros y buscar aprobación, consciente e inconscientemente. La teoría del pensamiento grupal, desarrollada por el psicólogo Irving Janis, se refiere a la tendencia de los grupos a tomar decisiones irracionales o de baja calidad debido a la presión social, la conformidad y la falsa ilusión de unanimidad. Esta teoría explica cómo los grupos pueden perder la objetividad y tomar decisiones basadas en el deseo de evitar conflictos y mantener la armonía dentro del grupo.
El pensamiento grupal puede ser influenciado por factores como la presión del líder del grupo, la presencia de un enemigo externo o una alta cohesión grupal. Estos aspectos pueden llevar a un “falso consenso”, donde los miembros del grupo apoyan decisiones que no son necesariamente las mejores opciones debido a que se suprimen las críticas y se impulsa la autocensura, lo que lleva a una falta de consideración de alternativas y una sobrevaloración de las opiniones compartidas.
“Los miembros del grupo apoyan decisiones que no son necesariamente las mejores opciones debido a que se suprimen las críticas y se impulsa la autocensura”.
¿Cómo afecta el pensamiento grupal en nuestra toma de decisiones?
El equipo forma una unidad compacta. Todo el mundo está conectado, tanto si trabaja in situ como si lo hace a distancia. La colaboración es perfecta y las decisiones son rápidas. Cuando eres el nuevo jefe, es fantástico que los empleados estén de acuerdo contigo en todo pero, rebobina un momento, ¿Estás seguro de que tu equipo está haciendo realmente su trabajo o podría estar sufriendo un caso de pensamiento grupal?
¿No te ha pasado alguna vez que estás en una reunión de trabajo o en el ámbito privado y todos parecen estar de acuerdo con una idea, cuando lo que ocurre es que nadie se atreve a expresar una opinión contraria? Es un claro ejemplo de pensamiento grupal, donde la presión social y el deseo de encajar en el grupo pueden silenciar nuestras propias ideas y perspectivas.
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Supone un problema, pues afecta al desarrollo profesional y personal del individuo, fomentando que se conforme con las opiniones y decisiones del grupo, en lugar de pensar de forma independiente y crítica.
Cuando nos encontramos inmersos en un entorno de pensamiento grupal, corremos el riesgo de adoptar decisiones equivocadas. También puede limitar la diversidad de ideas y perspectivas en el proceso de toma de decisiones. Si todos los miembros del grupo están de acuerdo y evitan el desacuerdo, es menos probable que se generen nuevas ideas o se consideren diferentes enfoques.
¿Cómo evitar el pensamiento grupal?
Se recomienda fomentar un ambiente donde se promueva la discusión abierta y el debate constructivo, alentando a los miembros del grupo a expresar opiniones divergentes y considerar diferentes perspectivas.
Por suerte, no todos los equipos de trabajo sufren los efectos del pensamiento grupal. Pero ¿cuándo y cómo conseguir superar el pensamiento grupal? expertos de Harvard Business Review (HRB) realizaron un estudio para averiguarlo. Lo que descubrieron es que quienes han conseguido evitar el pensamiento grupal emprendieron los siguientes pasos:
Desafiar el statu quo.
La gente tiende a creer que las soluciones existentes deben ser buenas. Según los responsables de la investigación, los grupos tienen la tentación de gravitar hacia el statu quo porque no se atreven o no quieren enfrentarse al coste elevado que supone equivocarse y fracasar. De esta forma, se escudan bajo premisas como: “Otros lo usaban antes y funcionaba entonces, así que no es nuestra culpa que no funcionara ahora”.
Lo que comprobaron con el estudio de HBR es que el pensamiento de grupo se superaba cuando un miembro del equipo comenzaba a expresar su desacuerdo con el statu quo.
Adoptar una solución de marcador de posición.
El siguiente momento clave para evitar el pensamiento de grupo es cuando un miembro reacciona al desencadenante proponiendo ideas liminales. Las ideas liminales se refieren a los pensamientos, conceptos o perspectivas que existen en los márgenes, en los límites o en el umbral entre dos diferentes estados o condiciones. El término “liminal” proviene de la palabra latina “limen”, que significa “umbral”. En un contexto cultural o sociológico, las ideas liminales a menudo se exploran en situaciones de cambio, transición o incertidumbre, donde los viejos sistemas de creencias o estructuras pueden ser cuestionados o desafiados.
A menudo, la presión para hacer un análisis acertado o tomar una decisión correcta, puede resultar paralizante. Tratar las nuevas ideas como liminales (en lugar de literales) permitía a los miembros aliviar algo de esta presión y entrar en un espacio de transición en el que se fomentaba el juego y la experimentación.
Esto ayuda a desafiar las normas establecidas e invita a explorar nuevas posibilidades. Si bien puede no ser la solución final, permite al grupo pensar tanto de manera concreta (es decir, profundizar en cómo podría funcionar la idea) como de manera abstracta (es decir, desarrollar un acuerdo en torno al principio más amplio en cuestión).
Celebrar los avances hacia el acuerdo final.
Cuando antes se alcanza un acuerdo, mejor para todos, ¿no? Eso querrá decir que el proceso ha sido eficiente, que todo el mundo está satisfecho con el objetivo obtenido y, además, nos ahorra tener más reuniones. La falta de consenso y la falta de progreso, impacta en la pérdida de tiempo del grupo, que hace que, para evitar emplear tiempo sin resultados óptimos, se acepte la propuesta mayoritaria, sin plantear inconvenientes o disconformidad.
Para evitar quedarnos con la primera decisión que medio convence a los miembros del equipo solo para obtener esa falsa sensación de eficiencia, los expertos de HBR recomiendan celebrar los pequeños pasos que avancemos en el consenso común, aunque eso implique diferir y señalar los desacuerdos con los demás. Pese a la falta de acuerdo final, reconocer los momentos de progreso puede ayudar a mantener la moral y el impulso del equipo.
En conclusión, el pensamiento grupal es un fenómeno que puede afectar negativamente a la toma de decisiones, ya que se basa en la presión social y la conformidad en lugar de considerar diferentes perspectivas y opciones. Para evitarlo, es importante fomentar un ambiente donde se promueva la discusión abierta, el debate constructivo y se desafíe el statu quo. Al mantener un enfoque abierto y no conformista, podemos evitar sus efectos negativos y tomar decisiones más informadas y racionales.
Fuentes: