“Me lo podrías haber pedido, te habría ayudado”. Es la frase central de una de las viñetas de la ilustradora Emma Clit en la que habla de las tareas del hogar y de la carga mental. Un dibujo que ilustra la realidad de muchas familias donde un miembro de la pareja se encarga de coordinar la gestión de todo, mientras que el otro espera a que se le asignen determinadas tareas para llevarlas a cabo.
La actitud del segundo suele enmarcarse dentro de la colaboración: esa persona ayuda en casa. Pero para que el reparto sea equitativo no basta con “arrimar el hombro”. Es necesario ser corresponsable.
Pero ¿qué es la corresponsabilidad? La corresponsabilidad es el reparto equilibrado de las tareas y de las responsabilidades, incluyendo su organización, con el fin de distribuir de manera justa los tiempos de vida de los dos miembros de la pareja. Se trata de una pieza clave en la construcción de una sociedad más igualitaria y enriquecedora para todas las personas.
El Segundo Turno: cuando la corresponsabilidad es solo aparente
Hace 25 años, cuando las mujeres irrumpieron en el mercado laboral, Arlie Hochschild, socióloga de Berkeley, quiso saber cómo estaban afrontando las familias este cambio revolucionario. En su libro El Segundo Turno, la autora describía cómo las mujeres tenían que lidiar al mismo tiempo con su trabajo y su familia, convirtiéndose, de ese modo, la responsabilidad doméstica en un segundo turno de trabajo después de terminar su jornada laboral fuera de casa.
Cuando se detuvo a sumar el tiempo que estas mujeres pasaban en su puesto de trabajo, el tiempo del cuidado de los niños y el que invertían en las tareas domésticas, la socióloga descubrió que las madres trabajan un mes al año más que sus cónyuges.
Corresponsabilidad: hacerse responsables, no colaborar
Los tiempos han ido cambiando y el concepto de corresponsabilidad ya no es una novedad. En muchos casos, las dos partes de una pareja son profesionales y parte de la familia al mismo tiempo. Cada una se encarga de algunas tareas de la casa, realizando una división 50-50. Pero esto no es del todo real, y aquí está la clave, porque casi siempre uno de los dos tiende a asumir la parte estratégica de la organización y de las decisiones: entonces la balanza deja de estar equilibrada.
Esto es lo que Hochschild llamó trabajo emocional: una carga añadida e invisible que se da tanto en el ámbito privado -en la pareja- como en el profesional. Consiste en que, pese al reparto equitativo de las tareas, siempre hay un miembro de la pareja que asume la estrategia y que está pendiente de la gestión operativa y emocional del hogar y la familia.
Redactar la lista de la compra, saber cuándo tocan las vacunas, cómo organizar las vacaciones, qué se va a cenar esa noche, coordinar los horarios de toda la familia o preocuparse de cómo se siente todo el mundo… Todas esas labores requieren de un seguimiento continuo y hacen más pesada la carga de quien se ve abocado a controlarlas en solitario.
El reparto ya no es equitativo porque las responsabilidades no lo son. De eso va precisamente la corresponsabilidad: de hacerse responsable de una tarea no solo cuando toca realizarla, sino durante todo el proceso de planificación que implica.
La corresponsabilidad es trabajo en equipo
En el ámbito organizacional se entiende por corresponsabilidad la responsabilidad de un grupo de personas ante una causa en común: un proyecto determinado o un objetivo económico. Entraña un compromiso de los empleados con la empresa y de la compañía hacia su gente. Es el ingrediente indispensable para un buen trabajo en equipo: si todos se hacen responsables de la parte que les toca nadie estará invirtiendo tiempo y energía de más en gestionar el trabajo de los otros.
Es una de las consecuencias positivas que tiene la corresponsabilidad en el trabajo. Permite a los trabajadores centrarse en sus asuntos o proyectos y ser más eficientes. No tienen que estar pendientes de organizar ni los de su familia ni los de su equipo porque saben que cada uno está lidiando con los suyos propios.
De hecho, una buena estrategia para promover la corresponsabilidad dentro de la familia es, como propone un estudio realizado por Procter & Gamble, visualizar el hogar como una empresa en la que hay diferentes departamentos. Está el departamento de la limpieza, el de la educación o el de la comida. Al frente de cada uno de ellos debe de estar una persona que se responsabiliza de las tareas que incluye y que coordina a las personas implicadas, tal y como haría el director de un proyecto.
Una familia no deja de ser una organización que debe hacer frente a deberes y cumplir con unos objetivos. Considerar las labores domésticas como cargas laborales ayuda a pensar en cómo ser más productivos y optimizar mejor el talento. Al final, la corresponsabilidad es la forma que tenemos de conseguir resultados más eficientes de la forma más justa.
Fuentes: Instituto de la Mujer, INE, El Segundo Turno, The New York Times, The Washington Post, Polis