El pensamiento no entiende de edades. Por eso, en su Academia, el filósofo griego Platón planteaba un método de investigación y trabajo basado en la horizontalidad: la distinción entre maestros y alumnos se difuminaba y todos los miembros de la institución, considerada como la primera universidad de Occidente, trabajaban a un mismo nivel, aportando sus distintos puntos de vista y experiencias con un objetivo común. Si en la institución que dio luz a algunos de los pensadores más excelentes de toda la historia de la filosofía se apostaba por un trabajo que fomentaba la igualdad y premiaba los distintos puntos de vista, ¿por qué no aplicar la misma metodología a nuestro día a día en la oficina?
Hoy en día, las relaciones laborales conllevan procesos de selección, currículums optimizados, algoritmos, entrevistas, keywords… Y en medio de todo ello, una palabra que actúa como arma de doble filo: experiencia. Para los trabajadores con más edad, tener demasiada experiencia puede llegar a entenderse como sinónimo de parálisis; además, en la sociedad está asentada la creencia de que, a partir de una determinada edad, los profesionales no pueden seguir formándose, un prejuicio que aumenta cuando hablamos de los avances tecnológicos. La edad y la prevención que la acompañan juega en contra de los profesionales sénior, que, según una encuesta de Randstad Research, piensan hasta en un 55% que el estancamiento de su trayectoria laboral se debe a los sesgos que hay con respecto a la edad. En este contexto, podría parecer que solo lo nuevo tiene valor… Pero esto es solo parcialmente cierto. Para los jóvenes, la falta de experiencia es un sambenito del que difícilmente pueden librarse. Se los considera, especialmente a los millennials y a la generación Z, inconformistas, poco estables y faltos de un sentido del compromiso hacia el trabajo.
¿Existe el edadismo laboral?
El famoso «edadismo», una traducción del inglés ageism, se diferencia de la «gerontofobia» en que actúa como un carril de doble sentido: afecta tanto a los jóvenes como a los mayores. La profesora y directora de la primera cátedra de Edadismo de la Universidad de Vigo, Ana Belén Fernández Souto, afirmó en una entrevista para Ethic que el edadismo es un problema que puede afectarnos a todos, aunque en Europa se discrimina más a las personas jóvenes. «Podemos hablar de un edadismo laboral», explica Fernández Souto, «tanto en el primer acceso de las personas más jóvenes, que sufren estereotipos de irresponsabilidad y falta de compromiso con el trabajo, como en esa franja de edad entre los 45 y los 55 años. El edadismo está presente en nuestra vida constantemente y todos somos edadistas, aunque a veces lo seamos con buena intención. Todos podemos sufrir edadismo en algún momento de nuestra vida».