Según su análisis, las políticas de igualdad se podrían clasificar en tres grupos que van desde las más tibias a propuestas más radicales y controvertidas que por ahora no son más que narrativa para reflexionar:
Políticas que dificultan la igualdad
Algunas políticas de igualdad y de apoyo a las parejas de doble ingreso pueden, paradójicamente, contribuir activamente a mantener la desigualdad en la división de tareas domésticas y familiares. Los permisos para el cuidado exclusivas para las madres son un ejemplo, según los autores, ya que dictan quién debe cuidar y quién trabajar.
No obstante, también señalan que las bajas o permisos de parentalidad no remuneradas, aunque sean neutras, y que permitan libremente el uso por cualquiera de los dos progenitores, corren el riesgo de obstaculizar la igualdad, ya que la inercia cultural y del pasado termina imponiéndose.
La neutralidad de la política quedará desneutralizada por la cultura. Estos dos ejemplos, bajas de maternidad mucho más generosas que bajas de paternidad (como sucede en países de Europa del Este), o bajas parentales no remuneradas (como sucede en España después de la semana 16)[1], son positivas en un sentido, ya que facilitan y pueden mejorar la calidad de vida de las madres que lo aprovechan, pero a su vez pued que no sean suficientes para reducir las desigualdades en la división del trabajo, ya que de alguna manera favorecen la reproducción del pasado.
Políticas que permiten la igualdad pero que no la fomentan
El caso de las políticas de cuidado, y más concretamente de bajas parentales, serían todos aquellos permisos o bajas de parentalidad altamente remunerados (e.g. bajas de parentalidad que cubran al menos el 80% del salario) y que por su propia naturaleza:
- a) permiten que las mujeres se desarrollen en el mercado laboral y puedan tener hijos.
- b) permiten que, si las familias así lo deciden, los hombres también puedan participar en actividades de cuidado, usando tales permisos.
Este tipo de políticas de igualdad no se ofrece a los individuos, sino a las familias, por lo tanto, son bajas de parentalidad, y no bajas de paternidad o maternidad. En cierta manera, se entienden y son articuladas como un derecho del niño o niña, y no como un derecho del trabajador o del padre o madre. Este tipo de políticas permiten estrategias igualitarias en casa, pero sin ejercer presión sobre quién debe hacer qué. Tal y como señalan Brighouse y Olin Wright, las mejores políticas europeas tienen este carácter.
Políticas que fomenten la igualdad
Son aquellas políticas que intentan crear incentivos para que ejerzan cierta presión sobre las familias para que avancen hacia una distribución de género más igualitaria en los cuidados dentro de la familia.
“Las políticas que fomenten la igualdad intentan crear incentivos para que las familias avancen hacia una distribución de género más igualitaria en los cuidados dentro de la familia”
Hay versiones moderadas y radicales. La propuesta de la baja de paternidad, conocida como la “daddy quota” donde el permiso es exclusivo e intransferible para el padre es una versión moderada de estas políticas que fomentan la igualdad. Esta propuesta, que surgió hace unas décadas en los países nórdicos y que ha aterrizado recientemente en los países mediterráneos, tiene un carácter incentivador, “úsalo o piérdelo” (take-it or lose-it), al provocar que, si el progenitor no usa las semanas remuneradas, nadie lo podrá hacer por él.