Dice el refrán que a veces hay que dar un paso atrás para dar dos adelante. A Arthemus Pugliesi lo llamaron “loco” porque, con un puesto de responsabilidad en una de las constructoras brasileñas más importantes de la época, decidió dar el salto a ACCIONA cuando esta aún era una empresa que apenas comenzaba a operar en su país. Los motivos de esa decisión, que tomó con el corazón, pero también con mucha cabeza, los desgranamos en esta entrevista a fondo con alguien que ya es historia viva de ACCIONA en Brasil.
Arthemus nos atiende desde su oficina en Sao Paulo, con el fondo de una pizarra llena de post-its multicolor y fechas de calendario. A juzgar por su tono pausado y su sonrisa relajada, nadie diría que es uno de los jefes de obra de la Línea 6 – Naranja de Sao Paulo, el mayor proyecto de metro de Latinoamérica y una de las infraestructuras más ambiciosas acometidas por ACCIONA. Él se encarga de uno de los tramos de las estaciones que comprende el proyecto y hoy ha tenido la amabilidad de dedicarnos unos minutos para charlar acerca de lo que hace, explicarnos quién es y cómo logra mantener la calma en medio de la tormenta.
Veo, veo… un ingeniero
Quizá sea por su costumbre de aplicar criterios de eficiencia, pero nuestro entrevistado ya nos ha contado su infancia en Minas Gerais, sus estudios en la Universidad Federal de Juiz de Fora-MG y su primer trabajo en los primeros cinco minutos de conversación. Así que lo obligamos a rebobinar un poco. ¿Por qué se apellida Pugliesi? ¿Y por qué su familia se mudó desde Sao Paulo a un lugar tan pequeño como Minas Gerais en los años ochenta? “Mi bisabuelo era italiano y emigró a Brasil en 1912”, nos dice para aclarar, antes de nada, su apellido.
“Mis padres me dieron una educación muy abierta, muy sincera; me enseñaron a no juzgar demasiado a los demás, a conocerlos primero”.
En cuanto a Minas Gerais, un estado brasileño famoso por sus minas de oro, plata y hierro, sus padres se mudaron allí en busca de tranquilidad. “Podías andar por la ciudad, podías hacer cualquier cosa que tal vez hoy no es posible para un niño”. Sus padres eran bastante bohemios, “sin llegar a ser hippies, pero casi, casi”. Su nombre también tiene una explicación: lo llamaron Arthemus porque su padre era un gran admirador de la cultura griega. “Mi educación fue muy abierta, muy sincera; me enseñaron a no juzgar demasiado a los demás, a conocerlos primero”.
El pequeño Arthemus viajaba a menudo desde Minas Gerais hasta Sao Paulo para ver al resto de su familia. Desde la ventana del coche, iba devorando el mundo con sus ojos de niño: “Me encantaban las carreteras… Mi padre iba contando las ciudades por las que pasábamos… Yo sabía todo el camino, cuáles eran las paradas, dónde se comía bien… Me encantaba estar en el coche mirando el paisaje”. ¿Jugaban a algo parecido al “veo, veo” que hay en España? “Sí, preguntábamos qué estabas pensando o qué estabas viendo, y decías: una montaña, una colina, una estrella y cosas así”, confirma. Esa fijación por los paisajes humanos, los edificios y las carreteras fue, en palabras de Arthemus, uno de los primeros indicios de su vocación como ingeniero civil.
Porque esa fue la carrera que cursó. Cuenta que sus padres no tenían “mucha plata” y que el primer año estudió en una universidad privada hasta que logró entrar en la Universidad Federal de Juiz de Fora-MG. Y hace una estimación muy realista de ese aterrizaje: “Allí me enfrenté a una realidad muy impactante, fue muy difícil, muy exigente. A pesar de que yo tenía facilidad para los estudios, en el primer año sufrí. Tuve que dedicarle muchas horas. Al final solo estudiaba y hacía deporte como válvula de escape”.
Así, mantuvo su pasión por deportes de equipo como el baloncesto, que hubiera elegido como carrera si no midiera 1,80 “que es alto, pero un poco bajo para competir profesionalmente”. Además de representar a la universidad en las competiciones, en esos juegos sacaba a relucir también su vocación de liderazgo: “Siempre era el capitán del equipo. Yo era alguien que agregaba a muchas personas, eso era algo innato para mí”.
Vientos favorables en el sector marítimo
Arthemus estrenó el siglo XXI trabajando en una empresa de obras marítimas portuarias en Río de Janeiro que abrazó como una oportunidad de aprendizaje: “Yo no sabía nada de eso, fue una casualidad, pero me encantó porque aprendí cosas nuevas y era un sector de ingeniería del que tenía pocos conocimientos”. Aún no lo sabía, pero ese sería el trampolín para su entrada en ACCIONA pocos años después. La transición fue algo más suave que aquel difícil primer año de carrera: “Había en Brasil un hueco muy grande en ese sector. Cualquier persona con voluntad, con capacidad, con un poco de gestión, conquistaba espacio rápido”.
De esa etapa recuerda trabajar en diversos puntos del país, llevando a cabo “obras pequeñitas, pero de gran importancia para el desarrollo de la región”. Por fin, después de cinco años, regresó a Río de Janeiro para acometer una gran obra ambiental: un proyecto de descontaminación de un brazo de mar conocido como el Canal da Fondao, en la Bahía de Guanabara, que tenía elevados niveles de polución. “Teníamos que aumentar el calado del canal por medio de un dragado, que era mi especialidad”.
“Hasta hoy, lo que más me motiva es el impacto de mis proyectos, ver cómo cambian la vida a las personas. Es algo que me emociona y me empuja a seguir adelante”.
Ahí su empresa trabajó como subcontrata de una empresa de pesos pesados del sector. A los seis meses le ofrecieron pasar a forma parte de esa nueva compañía. Paradójicamente, se convirtió en el jefe de la anterior subcontrata. Esta etapa, que considera el punto más alto de su carrera hasta ese momento, le llevó también a construir el icónico puente de Ponte do Saber (Puente del Conocimiento).
¿Qué le motivaba de aquellos proyectos? “Hasta hoy, lo que más me motiva es el impacto de mis proyectos, ver cómo cambian la vida a las personas. Es algo que me emociona y me impulsa a seguir adelante”. Y nos habla del impacto concreto de esas obras tempranas: “Por ejemplo, la gente que vivía cerca de ese canal contaminado era una población de renta muy baja”.
En aquel momento Arthemus ya contaba con un equipo de un centenar de personas a su cargo. “La de entonces, era una de las tres empresas más importantes de Brasil y yo estaba empezando una carrera prometedora en una gran empresa brasileña. Era el sueño de cualquier ingeniero”, rememora. Sin embargo, una sorprendente llamada telefónica estaba a punto de trastocar sus planes.
Una entrevista de trabajo en un hotel con una empresa sin oficina
A veces, al mirar atrás, vemos los momentos decisivos de la vida grabados con una nitidez fuera de lo común. Como si la cámara de nuestra mente contara con una lente especial que ampliase cada detalle. Arthemus evoca la llamada que recibió casi quince años atrás con esa misma precisión: “Se llamaba Katia Forti, recuerdo su nombre. Me dijo: ‘Soy de ACCIONA, una empresa española que está desembarcando en Brasil y tenemos unas obras portuarias previstas para el norte de Río de Janeiro. Nos gustaría contactar con usted’”. El joven ingeniero se rascó la cabeza. “¿ACCIONA?”. En una década las cosas cambiarían mucho, pero en esa época ACCIONA era una empresa sin apenas implantación en Brasil ni, por tanto, reconocimiento de marca.
Movido por la curiosidad, comenzó a investigar en Internet y comprobó que era una “multinacional gigantesca” con proyectos en todo el mundo. Así que decidió darle una oportunidad para entender mejor la clase de proyecto que le estaban proponiendo. “Entonces me invitaron a una entrevista en Río de Janeiro, pero aún no tenían oficina: las entrevistas eran en un hotel”. Aquella peculiaridad no lo disuadió, de modo que se reunión con Domingo González, “nuestro futuro director de toda la obra”. ¿Y cuál era el reto?
“Sin conocer ACCIONA, cuando vi la tecnología con que trabajaba, así como el equipo humano, decidí abandonar una de las mayores empresas de Brasil para trabajar con ellos”.
“Era un proyecto magnífico con una nueva tecnología que nunca había visto: los cajones Kugira”, dice en referencia al dique flotante cajonero capaz de sentar bloques de hormigón de hasta sesenta y siete metros de largo en el lecho marino. “Bloques que son como edificios”, explica nuestro entrevistado. Y añade. “Es una tecnología que permite trabajar con mucha más rapidez y con menor impacto ambiental porque afecta mucho menos al fondo del mar. Aunque cada cajón requiere una logística tremenda”.
Y su imaginación echó a volar: “Cuando pensé en el proceso constructivo y la tecnología con que se iba a hacer, me encantó profundamente. Sin conocer mucho a ACCIONA, sin que tuviese oficina, pero con la figura de Domingo, que luego ha sido un padre profesional, me decidí a abandonar la que era una de las mayores empresas de Brasil”.
Aquí se topó con ese escepticismo que mencionamos al comienzo: “Muchos de mis conocidos me preguntaban si estaba seguro de esa ‘locura’. Hasta me llevaron al director general de la empresa para que me convenciera, y normalmente esa era una persona inaccesible. Pero yo estaba decidido y convencido”. Así que el 15 de julio de 2011 comenzó a trabajar con ACCIONA.
La dimensión de ese salto a lo desconocido la ofrece él mismo: “Empecé a trabajar en una pequeña oficina en el norte de Río de Janeiro. Fui la segunda persona brasileña que contrató ACCIONA en ese proyecto. Puedo decir que empezamos desde cero, aunque con todo el apoyo de una multinacional”. El proyecto al que se refiere es el terminal 2 del Puerto de Açu, al que dedicó toda su energía como Jefe de Producción durante los siguientes cinco años. “Con el tiempo fui tomando conciencia además de la visión, la misión y el propósito del desarrollo sostenible de ACCIONA”, reflexiona.
“Con el tiempo fui tomando conciencia además de la visión, la misión y el propósito del desarrollo sostenible de ACCIONA”.
Arthemus también nos hace ver la envergadura logística del proyecto en sí: fabricar y transportar inicialmente seis cajones desde otra ciudad y posteriormente fabricar otros 36 cajones en el puerto do Açu donde había que fijarlos en medio de masas de agua a expensas del mal tiempo y el oleaje. “Aunque tuvieras toda la tecnología, había momentos imprevisibles que estaban fuera de tu control, con grandes riesgos de que los cajones se dañaran”. Al final, gracias a la profesionalidad del equipo, todo salió bien.
“Fue una responsabilidad muy grande. Conseguí que lo hiciésemos en poco tiempo y exitosamente, y pude ganarme la confianza de mis jefes. Eso fue muy importante para mí”. Esos resultados terminaron de despejar cualquier incertidumbre: “Obviamente, yo al principio había tenido algunas dudas de haber tomado una decisión acertada, pero esos primeros meses me dieron la confianza. Esa idea se iba reforzando cada día”.
Los apellidos de un buen apagafuegos
Le preguntamos por el momento en que se cortó la cinta roja inaugural del proyecto, pero Arthemus nos sorprende con un nuevo giro: “Las cosas estaban caminando bien, en marcha, como se dice, cuando me llamaron para otro proyecto. Aún faltaba un año para terminar el puerto de Açu”. Se trataba de una ambiciosa carretera de circunvalación en Sao Paulo. En cierta manera, estaba volviendo a la carretera donde empezó a soñar con la ingeniería civil a bordo de un coche con sus padres. “Sí, una de esas carreteras era de las que llegaban a la circunvalación… No había pensado eso”, dice con una sonrisa, como cayendo en la cuenta de esa pequeña pirueta del destino.
Nos cuenta que ese proyecto tenía unos plazos de entrega muy ajustados cuando le llamaron para que tomase las riendas. ¿Contaron con él como un bombero para una emergencia? Vuelve a reír. “Justo. Recuerdo que mi jefe me dijo: un nombre tan largo debe pertenecer a nuestro mayor apagafuegos”. Y procede a estirar sus apellidos como un acordeón: en realidad, no se llama Arthemus Pugliesi, sino Arthemus Augustus Wagner Silveira de Toledo Piza Santos Pugliesi. Le pedimos que lo ponga por escrito, por si acaso.
“Una de las cosas que me gustan de ACCIONA es que me ha dado la oportunidad de trabajar en diversos ámbitos con cada proyecto”.
Así que Arthemus pasó de trabajar en un puerto a una carretera. Fue un cambio muy radical con respecto a sus anteriores proyectos, ¿no? “Totalmente. Una de las cosas que puedo decir de ACCIONA es que me da la oportunidad de diversificar en mis ámbitos de actuación”.
¿Cuántos grandes proyectos de infraestructuras puede llegar a acometer un ingeniero civil? Si se piensa con frialdad, y teniendo en cuenta que se trata de obras que pueden prolongarse durante cinco o seis años, es comprensible que Arthemus hable de cada uno de ellos como una verdadera etapa vital o, mejor dicho, como un hijo. Y todos los padres dicen que aman a sus hijos por igual, pero unos años después iba a llegar uno especialmente querido. “Es el proyecto de mi vida hasta ahora”, sintetiza.
La Línea 6 Naranja
Tras el proyecto de la circunvalación y de volver al mundo portuario con la infraestructura de gas natural del puerto de Açu, que en cierta manera era la prolongación de aquel dique con cajones Kugira que construyó años atrás, llegó su mayor reto. Hablamos de la Línea 6 Naranja de Sao Paulo, donde ejerce como Jefe de Tramo. “Son quince estaciones y quince kilómetros de vías subterráneas. Concretamente, soy responsable de cinco estaciones y un patio de cocheras”, nos detalla.
Aquí vuelve a hablarnos del liderazgo, que describe como “poner a las personas en primer lugar”. Y añade: “Una de mis capacidades es entender cuáles son los perfiles correctos para cada tipo de trabajo”. La importancia de los equipos humanos, más allá de las grandes proezas técnicas, queda de manifiesto en las políticas de diversidad e inclusión que se han adoptado. Así, las mujeres constituyen el 70 % del personal de la fábrica de dovelas que sustentan los túneles de la línea.
El logotipo de un Top employer
Muchas cosas han cambiado desde esa arriesgada apuesta que comenzó con una llamada telefónica hace años. Hoy Arthemus habla con orgullo de los proyectos acometidos en este tiempo, de ver cómo miembros de sus equipos han dado el salto a otras partes del mundo. “Mis equipos no son míos, me alegra cuando pueden tener oportunidades en otras áreas”, dice.
“Hoy, a diferencia de cuando entré, ACCIONA es una empresa reconocida en Brasil. Cuando voy por la calle, la gente sabe [por el logo de su camisa] que trabajo en el metro y que es una de las mayores empresas del país. De hecho, acabamos de recibir el reconocimiento de Top Employer 2024 en el país”
En ese sentido, también reflexiona acerca del potencial de los ingenieros brasileños, que suponen casi la mitad de los participantes de la iniciativa iXPA de ACCIONA para formar en nuevas habilidades a los líderes del futuro. Muchos de ellos han crecido, a su vez, bajo el liderazgo de Arthemus.
Se dice que una imagen vale más que mil palabras, pero una prenda de vestir con un logotipo también puede simbolizar muchas cosas. “Hoy, a diferencia de cuando entré, ACCIONA es una empresa reconocida en este país”, explica. Y acto seguido tira del logo de su polo corporativo para mostrarlo a la cámara y concluye: “Cuando voy por la calle en Sao Paulo con esta prenda, la gente sabe que trabajo en el metro y que es una de las mayores empresas de Brasil. De hecho, acabamos de recibir el reconocimiento de Top Employer 2024 en el país”.
La historia de Arthemus es, en resumidas cuentas, una historia de crecimiento: del crecimiento de ACCIONA en Brasil desde que él se sumó a la empresa, del crecimiento personal y profesional del propio Arthemus ante los retos a los que se ha enfrentado y del crecimiento de las personas que han trabajado a su lado desde esa llamada telefónica que lo cambió todo.
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