¿Qué relación puede existir entre Dante y las energías renovables? Para encontrar la respuesta tenemos que hablar con un joven de veinticinco años que acaba de empezar a trabajar con ACCIONA y que desmiente algunos de los tópicos asociados a su generación, los centennials. Apenas lleva un año en su puesto actual, pero ya tiene mucho que contar, y mucho que decir, humana y profesionalmente.

Ismael Moral Díaz nos habla desde Chicago, ciudad a la que se mudó hace apenas dos años. La conversación inicial gira en torno a las típicas referencias a la meteorología y el frío invernal de la ciudad estadounidense, pero no tarda en adentrarse en territorios mucho más profundos. “A los seis años descubrí que había problemas más importantes que los míos”, explica con serenidad, mientras atraviesa la pantalla de la videollamada con una mirada cargada de futuro.

 

Una infancia italiana en Chamberí

Aunque se crio en el madrileño barrio de Chamberí, “el mayor de cuatro hermanos en una familia normal”, Ismael tuvo un contacto muy precoz con otras culturas. “Desde los tres años fui al Liceo Italiano […], por lo que desde muy pequeño pude hablar italiano y aprender una cultura completamente distinta de la que veía en casa”. De hecho, la inmersión fue tan absoluta que el italiano llegó a desbancar a su lengua materna: “En un momento de mi vida yo hablaba mejor en italiano, al menos a nivel técnico, que en español”.

Allí recibió, además, una formación radicalmente humanista: “En el colegio italiano yo hacía el Liceo Científico que lo llaman, y en ese entorno prácticamente aprendí a traducir textos del latín sin diccionario e historia del arte”. Y también aprendió algo en lo que sus profesores incidían constantemente y que luego conectaría con su carrera profesional como ingeniero: “Ver cómo las cosas estaban interrelacionadas, que las asignaturas no eran bloques aislados, sino que todo al final está relacionado, que todo lo que pasa también en la ciencia tiene que ver con el punto de la historia en el que estamos”.

 

“El desarrollo tecnológico tiene que ver con la historia, con la literatura, con cómo pensaban las personas en ese momento”

 

Y ahonda en esa conexión entre el saber técnico y el humanista: El desarrollo tecnológico tiene que ver obviamente, con la historia, con la literatura, con cómo pensaban las personas en ese momento; y creo que ese entorno me formó mucho”.

 

Un milagro de medio kilo

Pero, volviendo al principio, ¿qué le sucedió a los seis años para que cambiase su visión del mundo de forma tan acusada? Pues fue la llegada de sus hermanos mellizos. No solo fueron dos, sino también prematuros. ¿Sietemesinos? “Mucho menos”, responde. Y lo aclara: “Llegaron a pesar 625 y 550 gramos y fueron, vamos, son un milagro”. Esa conjugación en el presente con la que rectifica sobre la marcha lo dice todo: al final aquello salió bien y sus hermanos viven vidas completamente normales.

Sin embargo, fue un desafío para toda la familia. “[Mis padres] hicieron un esfuerzo titánico para sacar a mis dos hermanos adelante y tuve que crecer un poco rápido, digamos, porque yo tenía seis años, mi siguiente hermana tenía cuatro años y en esa época, pues vivíamos con mis abuelos”, relata. El cuidado de esas frágiles y milagrosas vidas se convirtió así en el eje de la vida familiar.

 

“Aprendí a reflexionar sobre mis propios problemas: mis padres tenían cosas mucho más preocupantes en la cabeza como para que yo les contara que había suspendido un examen de matemáticas o que había perdido al fútbol”

En aquel entonces aprendió una lección que lo ha acompañado siempre: “Valoré la importancia que tienen las cosas. Cuando veía a mis padres, al final estaban cansados, tenían cosas mucho más preocupantes en su cabeza como para que yo les contara que había suspendido un examen de matemáticas o que había perdido al fútbol. Aprendí a reflexionar sobre mis propios problemas”. ¿A relativizar? “Sí, exactamente”.

Tardes con los mayores y muchos cuadernos Rubio

Y aquí, en medio de las idas y venidas hospitalarias, de la familia con el corazón en un puño, comenzó a dibujarse una figura crucial en el desarrollo de nuestro protagonista. Se llamaba igual que él y fue veterinario, cursó estudios de abogacía, publicó varios libros y llegó a ser real académico de gastronomía, pero sobre todo fue su abuelo. Muchas veces, en esta sección de “Nuestras personas”, hablamos de la importancia de la mentoría y de los referentes para crecer en una empresa.

Sin embargo, nada es comparable a la mentoría en el entorno familiar, académico o social en los primeros años de vida. Ese profesor que nos inspira para elegir una carrera, ese amigo de la familia que nos inicia en la literatura o, como en el caso que nos ocupa, ese abuelo que nos inculca valores y nos abre las ventanas de la mente para que nos asomemos al mundo. “Mi abuelo fue con el que yo me crie […]. Cuando yo nací se desvivió por mí, y más aún en ese contexto [de los mellizos prematuros]”.

De su lado aprendió infinitas cosas: “Recuerdo ir al zoo con él desde pequeño. Pero no a ver los animales normalmente: era un examen con sus nombres científicos”. Como se ha mencionado, su abuelo era veterinario y, junto con el saber de las cosas, le enseñó el amor a los animales y una idea temprana de lo que era la sostenibilidad, muy relacionada también con la alimentación y el impacto de las actividades económicas.

Y todo ello con una disciplina casi militar: “Recuerdo los  veranos con él. Anda que no me hacía repetir los cuadernos Rubio. Y si salíamos a dar un paseo y había una planta que me había explicado y yo no me acordaba, había bronca”. Aunque matiza: “Pero siempre con esa sensación de querer que yo me formara, que creciera”.

 

“Mi abuelo me llevaba a muchos eventos sociales con sus amigos que en principio no eran para un niño porque yo era muy pequeño, tenía diez años; pero allí aprendí mucho, a ver cómo pensaba la gente”.

Y eso también implicaba el aprendizaje social de compartir sobremesas con los mayores, con los antiguos compañeros de su abuelo en el Ministerio de Agricultura y otros amigos del ámbito de la  gastronomía. “Me llevaba a muchos eventos sociales con sus amigos que en principio no eran para un niño porque yo era muy pequeño, tenía diez años […]. Allí aprendí mucho, a ver cómo pensaba la gente […].  Me fascinaba estar en esas conversaciones”.

Del humanismo al rigor técnico

Aquí se configuran ya dos de los ejes que marcarán el desarrollo vital y profesional de Ismael. Por un lado, esa formación humanista en el Liceo Italiano junto con la disciplina aprendida de su abuelo y, por el otro, la autonomía y el sentido del deber que aprendió de golpe con la llegada de los mellizos prematuros a la familia.

A Ismael ya le atraían las energías renovables, pero a la vez quería mantener esa visión global de la que se había empapado en el liceo. “Mi padre es ‘teleco’ y lo que él me contaba tampoco me llamaba mucho la atención”, reflexiona. “Industriales, en cambio, tenía la opción de derivar en energías […] Además, siempre dicen que es la ingeniería más general, la menos específica, y yo creo que en ese momento tenía un montón de cosas en la cabeza y apostar por un perfil que no fuera excesivamente técnico me encajaba más que hacer algo superespecífico”.

Sin embargo, los idealistas discursos de interconexión renacentista de las disciplinas pronto se dieron de bruces con la realidad: “Empecé Industriales y ahí el primer año me di un batacazo, porque claro, eso ya era cuestión de rigor técnico y exactitud, que es lo que se busca en un ingeniero”. Y explica que en el liceo ni siquiera habían estudiado Química ni Dibujo Técnico, lo que se tradujo en unos resultados poco alentadores: “En primero de carrera de diez asignaturas aprobé dos. Llegué a mi primer examen, para el que había estudiado, y saqué un 0,3 que no es ni un cero”, recuerda entre risas.

La brutal curva de aprendizaje le hizo reflexionar seriamente. “Aquí no vale con la visión global, hay que ponerse y hay que sacar los números con exactitud, ser técnicamente riguroso”, pensó para sus adentros. Había muchas lagunas que llenar si quería sacar la carrera adelante. Los resultados de su lógica no se hicieron esperar: “Luego ya nunca más volví a suspender una asignatura”, sentencia. Se especializó en eléctricas, con la mirada puesta siempre en las energías renovables.

 

De Chamberí a Chicago

No solo logró completar la carrera en cuatro años, sino que comenzó un máster de dos años en electricidad. Para el segundo, le dieron la posibilidad de viajar al extranjero.  “Me motivaba el vivir en Estados Unidos”, explica. Y dio el salto a Chicago, donde optó por estudiar los mercados eléctricos. “Compaginaba un poco las bases técnicas que yo había querido de electricidad con una visión más global a nivel financiero, de estrategia, de cómo se forman los mercados de pujas”. Otra vez la fascinación por la visión global.

 

ACCIONA: cuando la pasión se cruzó con la excelencia

Apenas había concluido su máster cuando tuvo la oportunidad de entrevistarse para un puesto en ACCIONA Energía en Chicago. ¿Tenía ya algún conocimiento de la empresa? “La gente que conocía había trabajado en otras áreas [de ACCIONA] y todo lo que tenía eran buenísimas referencias a nivel personal”.

 

“ACCIONA me pareció una empresa a la que yo iba a poder aportar, que me iba a representar a la perfección, y a la que yo podría representar igualmente”

 

También había visto la clase de proyectos que estaba acometiendo la compañía y los valores que encarnaba: “Me pareció que era una empresa en la que yo iba a poder aportar, que me iba a representar a la perfección y a la que yo iba a poder representar igualmente […] No iba a tener que hacer nada que fuera contra mis pensamientos y mis ideas. Para mí era el mejor de mis planes”.

“Hay una feria a la que cada año vamos unos ochenta estudiantes de Industriales en EE. UU.; es una feria que organiza la Universidad Politécnica de Madrid con empresas”, recapitula. Fue allí donde conoció al departamento de Recursos Humanos de ACCIONA. Tras dos entrevistas, el entendimiento fue mutuo. “Me mandaron el contrato y no me lo pensé ni un momento, vaya”. ¿Su puesto de trabajo? Ingeniero de Interconexión, un término que, como ya hemos visto, siempre ha sido un mantra para él.

Y nos ofrece un resumen de sus responsabilidades: “Fundamentalmente, somos el contacto de la empresa ante el mercado eléctrico en todo el proceso: desde que no hay nada, desde que tú dices aquí voy a construir una planta solar que es un descampado hasta que ya alcanzas la operación comercial”. Y detalla: “Es un proceso muy largo con un montón de requerimientos, técnicos, legales, de contratos, de dar seguridades financieras”.

¿Cómo está siendo la experiencia? “Era mi primer trabajo y para mí todo era novedoso y todo era una ilusión. Y lo sigue siendo en la actualidad. Creo que, obviamente, eso habla muy bien del equipo y del entorno en el que estoy trabajando porque ya llevo un año y sigo con ilusión de ir a la oficina y trabajar”

A veces, hace falta salir de un lugar para entenderse mejor a uno mismo gracias a la nueva perspectiva. Y es lo que Ismael apunta con respecto al impacto del cambio cultural y de trabajar con estadounidenses: “Yo nunca me había planteado que los españoles podíamos resultar un poco secos o bordes en general, pero los americanos nos lo dicen mucho, que somos muy directos. Ellos son más claros, pero menos concisos”.

 

“Entré en ACCIONA en un momento histórico: pasamos de construir solamente un parque solar al año a seis a la vez ahora mismo”

 

Además de tratarse de un sector que le atraía, Ismael llegó en un momento de transición: “La verdad es que tuve mucha suerte porque entré cuando la empresa estaba en un momento histórico. ACCIONA aquí construía solamente un parque a la vez y el año pasado ya estábamos construyendo seis”. También fue afortunado en cuanto a la mentoría: “Nada más entrar a mí me asignaron el mercado de Texas porque había un ingeniero sénior que me podía enseñar. Fue el mejor profesor”.  

Al poco tiempo aquel superior volvió a su Jordania natal por motivos familiares e Ismael tuvo la oportunidad de asumir más responsabilidades y de sentir que confiaban en él: “Obviamente, estaban mis dos jefes; no quiere decir que me dejasen solo ni muchísimo menos, pero sí que fue un impacto porque cosas del día a día las tenía que llevar yo con tres meses de experiencia y aprendí muchísimo porque tenía las bases que me había explicado esa persona”.

Ese tiempo coincidió con uno de los grandes hitos de ACCIONA en EE. UU.: “En ese momento terminamos la primera megabatería del país, la primera de ACCIONA, que es la de Cunningham. Estuve presente en las pruebas de servicios auxiliares cuando alcanzamos operación comercial”.

También presenció la puesta en marcha de la mayor planta fotovoltaica de ACCIONA en el mundo: Red Tailed Hawk, en Texas. “Fue una experiencia increíble. Tuve la oportunidad de estar presencialmente cuando energizamos la subestación”, relata con un entusiasmo contagioso. Y habla del impacto de ver a los trabajadores sobre el terreno cada día, de madrugada: “Fue muy inspirador estar rodeado de, no sé, cuatrocientas personas trabajando, instaladores de módulos; muchos de ellos gente humilde que había llegado a EE. UU. con ganas de buscarse la vida. […] Me marcó mucho. Me enseñó el impacto real que tenemos como empresa”.

 

“Fue muy inspirador estar rodeado de, no sé, cuatrocientas personas trabajando; gente que había llegado en su momento con ganas de buscarse la vida. […] Me enseñó el impacto real que tenemos como empresa

 

Ismael enlaza una historia tras otra. Habla de su trabajo en ACCIONA como si llevara años y en realidad han sido apenas doce meses, pero exprimidos al máximo, eso sí. ¿Siente entonces que le han dado autonomía? “Totalmente, el primer día cuando entré, mi jefe me lo dijo: ‘Este es un puesto que requiere que tengas mucha iniciativa, que seas muy proactivo, porque es la realidad en muchos proyectos. Nadie espera que lo sepas todo porque eres nuevo, pero queremos que aquí todos los del equipo lideréis porque son vuestros proyectos’”.

Eso significa moverse con celeridad a diario para agilizar los numerosos trámites, tirando de correos, llamadas de teléfono y, a veces, de mucho ingenio. “Ayer justo me contaban de un compañero de trabajo de mi equipo que trabaja en Canadá que sabía que la persona que tenía que darle a un botón, por así decirlo, era vecina suya.  Se enteró y entonces, cuando la vio paseando al perro, sacó también el suyo para poder hablar con ella”, cuenta entre risas.

 

“Mi forma de devolver ese agradecimiento es trabajar y dar lo mejor de mí cada día”

 

Y lo resume con estas palabras: “Siempre me han dejado hacer, pero con esa sensación de seguridad de tener a alguien detrás […]. Para formarte cuando acabas de entrar en una empresa eso es increíble porque te dan responsabilidades, pero sin miedo; puedes hacer todo lo que de verdad pienses y lo que creas que es mejor porque tienes esa esa red de apoyo”.

¿Cuál sería su balance final? “Para mí está siendo una oportunidad única y estoy super agradecido a la empresa y al equipo que me contrató de que me diera esa oportunidad porque sé que no es fácil también con gente tan joven. En una compañía como ACCIONA tienes que darlo todo porque son empresas que están en la punta, son empresas de alto rendimiento, de excelencia […]. Mi forma de devolver ese agradecimiento es trabajar y dar lo mejor de mí cada día”.

 

Un referente vital

La entrevista sigue su curso, y hablamos de sus ganas de seguir formándose, de su afición al baloncesto y al deporte como aglutinador social, de sus planes de futuro –conocer otros países como Australia y volver algún día a su país–; en definitiva, de toda una vida por delante. Es difícil no dejarse cosas en el tintero, pero llega el momento de concluir.

A lo largo la conversación han ido asomando palabras como “pasión”, “visión”, “rigor”, “excelencia” o “responsabilidad”, pero Ismael también ha dado a entender otro término de gran importancia para él en muchas de sus reflexiones: la gratitud.

Cuando le preguntamos por sus referentes vitales vuelve a  echar mano de ese sentimiento: “Sin duda, diría que la persona que más me ha marcado fue mi abuelo. Por su capacidad para seguir aprendiendo, de mantener la curiosidad y convivir con gente muy distinta”. Y hace una pausa: “Él falleció de forma imprevista hace dos años, justo antes de venirme, y el último regalo que me hizo fue pagarme el año aquí en Estados Unidos. Y para mí eso también es increíble, porque todo lo que estoy viviendo hoy aquí es gracias a él”.

 

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