¿Ser padre o madre es un arte? Probablemente lo es, y como buen arte, requiere cierta teoría, práctica, y, sobre todo experiencia. Que exista teoría no quiere decir que exista una fórmula mágica ni los 7 pasos para el éxito, sino que hay ciertas evidencias de que algunos estilos parentales favorecen el desarrollo cognitivo y social de los hijos. No hay un camino estandarizado de cómo ser un buena madre o padre. Pero hay algunas guías y situaciones personales y laborales que lo favorecen.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

Parentalidad positiva, una cuestión de práctica

Empezamos por la parte práctica. El ser madre o padre es un proceso. Es experiencia. Es un proceso vital con aciertos, retrocesos, y avances. Una reflexión que está en el debate público, sobre todo gracias a la Convención de los Derechos de los niños, es si la parentalidad, un proceso íntimo y privado, debe ser acompañado públicamente. ¿Deben los gobiernos, las organizaciones, y otros actores sociales acompañar a los padres y madres?

Todo parece apuntar al sí. Este sí pivota alrededor del interés superior del niño (child best interest), una idea cabal en la Convención, y donde se apela a un comportamiento de los padres que facilite el pleno desarrollo del niño.

Por lo tanto, y así lo han articulado países avanzados en esta materia como los países nórdicos, las políticas de parentalidad no son en el fondo políticas para padres y madres, ni para los trabajadores, sino para los niños.

Bajo esta premisa, las políticas de parentalidad son una vía para facilitar el pleno desarrollo de los más pequeños. Son estímulos para fomentar que los ciudadanos crezcan con afecto y seguridad.

dibujo familia roja sobre mano negra parentalidad

“¿Deben los gobiernos, las organizaciones, y otros actores sociales acompañar a los padres y madres?

 

 Enfoques partidarios y no tanto sobre la parentalidad positiva

En este marco, y observando la importancia de cuidar la primera infancia, el Consejo de Europa ha decidido apoyar y enfatizar la importancia de la parentalidad positiva.

Según el Consejo, es “el comportamiento de los padres fundamentado en el interés superior del niño, que cuida, desarrolla sus capacidades, no es violento y ofrece reconocimiento y orientación, que incluye el establecimiento de límites que permitan el pleno desarrollo del niño.”

 

“Las políticas de parentalidad no son en el fondo políticas para padres y madres, ni para los trabajadores, sino para los niños. ”

 

Muchos autores especializados en esta materia han desgranado y extendido este enfoque. Como la catedrática María José Rodrigo y su equipo, quienes proponen seis principios que conforman la columna vertebral de la parentalidad positiva:

  1. Vínculos afectivos y cálidos.
  2. Entorno estructurado.
  3. Estimulación y apoyo.
  4. Reconocimiento del valor.
  5. Capacitación de los hijos.
  6. Educación sin violencia.

Solo como ejemplo, un estudio reciente con estudiantes universitarios encontró que los hijos de padres con un estilo de parentalidad positiva, tenían una mayor autoestima, y esta autoestima explicaba en cierta manera su éxito académico y su menor procrastinación (Batool, 2020).

No obstante, la propia idea de parentalidad positiva también tiene sus críticas. Por ejemplo, Helen Reece, académica de Oxford, se preguntaba ¿cómo pueden unos padres funcionar sin sancionar? ¿Podemos ser buenos padres sin medidas disciplinarias?

Reece criticaba tres de los principales pilares (ausencia de castigo, refuerzo positivo, y liderar con ejemplo) por ser insostenibles en el tiempo (Reece, 2013).

Además, la parentalidad positiva según ella elimina la espontaneidad y transforma la parentalidad en un proceso mecánico.

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Cómo impulsar la parentalidad desde las organizaciones

Sin embargo, y sin ninguna duda, hay un gran consenso en que las competencias parentales que moldean el entorno en el que crece el niño son cruciales para su desarrollo. Tal y como el psicólogo ruso Urie Bronfenbrenner exponía en su teoría Ecológica, somos hijos e hijas de nuestro entorno y los padres, como parte fundamental del primer microsistema, dibujan tal entorno.

 

“Somos hijos e hijas de nuestro entorno y los padres, como parte fundamental del primer microsistema, dibujan tal entorno”

 

No obstante, ¿debemos dejar a los padres a su suerte? El Consejo de Europa, y muchas otras instituciones de primer nivel, son conscientes de que no.

Interpelan a los propios países para que articulen políticas familiares que proporcionen las medidas legislativas, administrativas y financieras necesarias para crear las mejores condiciones posibles para el desarrollo de una parentalidad positiva.

Pero ¿y qué pueden hacer las organizaciones? ¿Deben intervenir las empresas? En el caso del sí como respuesta, ¿qué pueden las corporaciones como actores sociales activos que son? UNICEF propone 10 maneras sobre cómo las organizaciones pueden apoyar a las familias.

Destacamos cuatro:

  • Garantizar que las mujeres no sufran discriminación en sus condiciones de empleo, salarios y sus oportunidades profesionales por estar embarazadas
  • Incentivar prácticas de parentalidad positiva entre los empleados. Una manera de fomentar tales prácticas sería a partir de programas de formación para resaltar la importancia del desarrollo en la primera infancia.
  • Abordar las dificultades específicas de cada trabajador según sus singularidades. Considerar a los empleados con horarios cambiantes, que dificultan (y merece un artículo) el propio proceso de crianza, y ayudar con horarios flexibles que favorezcan la conciliación.
  • Concienciar a consumidores y clientes sobre la importante de la primera infancia. Es posible aprovechar todo el arsenal de medios disponibles, jugando con píldoras interesante en las redes sociales.

Cuando las empresas apuestan por el equilibrio en el trabajo y en el hogar de sus profesionales contribuyen a fomentar comunidades y familias más saludables y, de paso, negocios más fuertes y economías más prósperas.

 

 

Referencias

Batool, S. S. (2020). Academic achievement: Interplay of positive parenting, self-esteem, and academic procrastination. Australian Psychology Society, 72, 174–187. https://doi.org/10.1111/ajpy.12280

Reece, H. (2013). The pitfalls of positive parenting. Ethics and Education, 8(1), 42–54. https://doi.org/10.1080/17449642.2013.793961

Rodrigo, M. J., Máiquez, M. L., Martín, J. C., & Rodríguez, B. (2015). Parentalidad positiva desde la prevención y la promoción. In Manual Práctico en Parentalidad Positiva. Madrid: Síntesis.

Seay, A., Freysteinson, W. M., & McFarlane, J. (2014). Positive parenting. Nursing Forum, 49(3), 200–208.