¿Qué haría Peter Drucker en mi lugar? Lecciones para dejar una huella en tu empresa

Las reflexiones de Peter Drucker nos plantean interrogantes sobre cómo liderar con sentido, priorizar lo importante, desarrollar personas y convertir decisiones cotidianas en un impacto positivo.

La mayor parte de las grandes cuestiones existenciales sobre la naturaleza del conocimiento o la realidad del mundo que asaltan a los hombres y mujeres de hoy ya estaban planteadas en los textos de Aristóteles y Platón. Los dramas humanos fundamentales, sus motivaciones, pasiones, conflictos y a menudo terribles desenlaces ya los expuso Shakespeare en sus obras de teatro. La reflexión crítica sobre los daños colaterales que trae consigo el progreso en forma de desigualdades sociales y abandono de los desfavorecidos se abren poderosamente paso entre gag y gag en cada uno de los fotogramas de las películas de Chaplin.

 

Estas muestras de genialidad han perdurado a través de los tiempos gracias a su capacidad para abordar temas universales que trascienden contextos, culturas y geografías. A una escala menor y más especializada, la del mundo de la empresa y del liderazgo, también existen autores con esa impronta ecuménica cuyas ideas pueden servir como valiosos manuales de ayuda para dummies o, simplemente, para personas sobrepasadas por los acontecimientos. Uno de esos autores es el austriaco Peter F. Drucker.

 

¿Qué voy a leer en este artículo?

Muchas de las actuales teorías de la empresa moderna ya estaban prefiguradas en los textos de Drucker. Autor de más 35 libros, su gran mérito es que formuló sus ideas en una época en la que los negocios avanzaban en una dirección opuesta a la que él defendía. En los años 60 y 70 del siglo pasado la filosofía empresarial imperante sostenía que la única responsabilidad social de una compañía consistía en proporcionar valor a sus accionistas (idea cuya cabeza visible era nada más y nada menos que todo un premio Nobel de Economía como Milton Friedman). 

Sin embargo, por aquel entonces, Drucker ya se negaba a aceptar que la empresa fuera únicamente una fuente de la que exprimir beneficios económicos para sus propietarios. Para el profesor de la Universidad de Nueva York los beneficios eran una consecuencia natural de la actividad empresarial y una condición imprescindible para su continuidad, pero no un objetivo en sí mismo.

 

¿Cuál es el sentido último de nuestra existencia como compañía? ¿Para qué hacemos negocios? ¿A quién servimos? Hoy las empresas más exitosas del planeta son aquellas que no solo han sido capaces de contestar a este tipo de cuestiones, sino que han condensado y enunciado esa respuesta en un propósito. Pero fue Peter Drucker el primero en hablar de empresa con propósito. Para el que fuera alumno de Keynes o Shumpeter ese propósito debía ser, fundamentalmente, de servicio. De servicio al cliente, pero también a la sociedad en general. Y es que una empresa, sostenía, debía tener lo que él llamaba «conciencia social», algo que implicaba, entre otras cosas, seguir comportamientos éticos y contribuir, en la medida de sus posibilidades y desde su esfera de influencia, al bien común.

Los beneficios eran una consecuencia natural de la actividad empresarial y una condición imprescindible para su continuidad, pero no un objetivo en sí mismo.

A pesar de que la transformación digital y el inusitado impulso que la tecnología ha cobrado en la última década parecen haber transformado radicalmente el mundo de la empresa, muchas de las teorías de Drucker siguen plenamente vigentes. Hoy nadie pone en duda que vivimos en la sociedad del conocimiento, pero lo que no todos saben es que fue él quien acuñó el concepto de «trabajador del conocimiento», una categoría profesional que trabajaba con ideas y con datos y no con sus manos. Drucker no solo propuso unas nuevas reglas de juego para las relaciones de la empresa con su entorno. En el campo del liderazgo, frente a los estilos jerárquicos y autoritarios de su tiempo, abogaba por un liderazgo ético, basado en los valores y en el ejemplo.

 

El autor de Managing yourself o Eficacia ejecutiva fue aún más lejos en cuanto a la gestión del talento. No creía en la cultura organizacional del control férreo y defendía, en cambio, un planteamiento basado en el respeto, la confianza y el desarrollo de los profesionales. Apostaba por la responsabilidad individual y proponía una organización del trabajo por objetivos. En su modelo, cada persona sabía cuál era su cometido y cómo este contribuía a los objetivos generales de la empresa. Ideas muy extendidas hoy, pero completamente revolucionarias cuando él las enunció.

En su modelo, cada persona sabía cuál era su cometido y cómo este contribuía a los objetivos generales de la empresa.

La visión humanista de la empresa cómo entidad que trasciende el objetivo del mero lucro económico de Drucker ha servido de inspiración a innumerables pensadores que llegaron detrás. Autores como Edward Freeman, que en los años 80 dio la vuelta a las teorías de Friedman, ampliando su alcance hacia una concepción más social de la empresa, orientada a atender las necesidades no únicamente de unos pocos accionistas, sino de una diversidad de grupos de interés, entre los que tenían cabida clientes, empleados, proveedores, reguladores, comunidades o la sociedad en general. 

 

¿Son las teorías de Drucker garantía de éxito empresarial? Por supuesto que no. Sus ideas, como las de cualquier otro genio alumbrado por la historia de la humanidad, no pueden ser aceptadas como verdades incuestionables, sino como una referencia sobre la que apoyarse.

 

Siempre con espíritu crítico, tomando algunos de sus elementos y desechando otros, combinándolos con los de otros autores, reformulando conceptos, adaptándolos y aportando siempre elementos de la propia cosecha. Porque el pensamiento no pertenece a nadie más que a quien se atreve a enunciarlo en voz alta y a aplicarlo a su realidad. Solo que, por si acaso, antes de dar ese paso, siempre puede ser útil preguntarse: ¿qué haría el bueno de Peter si estuviese en mi lugar?

Ramón Oliver es periodista especializado en empleo, economía y sostenibilidad, temáticas sobre las que ha escrito en medios como El País, El Economista, OK Diario o Capital Humano. Actualmente colabora con Vozpópuli, La Vanguardia o Ethic Magazine y dirige la web especializada MetaEmpleo.