Lo que creemos tiene poder sobre nosotros. No importa si es una creencia que tenemos de forma consciente o inconsciente. Las creencias guían nuestros pensamientos. Nuestros pensamientos guían nuestras acciones. Y nuestras acciones guían nuestros resultados.

Hay quienes piensan que podemos ser mejores si nos esforzamos y hay quienes, en cambio, piensan que nuestro potencial está marcado por los talentos con los que nacemos o de los que carecemos. A estas dos perspectivas contrapuestas la psicóloga Carol Dweck las llama mentalidad fija y mentalidad de crecimiento. Dos conceptos que, lejos de ser meras etiquetas psicológicas, se revelan como factores que pueden guiar nuestras trayectorias personales y profesionales.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

Mentalidad de crecimiento vs mentalidad fija

La genética determina casi todo en el cuerpo: el color de tus ojos, lo alto que serás, el tono de tu piel… No hay mucho que podamos hacer para cambiar esas características. Pero cuando se trata de nuestras habilidades la historia es diferente.

Tus genes por sí solos no son suficiente para resolver problemas matemáticos complejos, competir al más alto nivel deportivo o convertirte en el primer violinista de la orquesta sinfónica. Nadie nace con las habilidades necesarias para ser un profesional excepcional. Eso sólo se consigue dedicando miles de horas a aprender, practicar y crecer.

El problema es que hay personas que no creen en esto. Y es precisamente esa idea la que impide que crezcan. Como si fuese una profecía autocumplida, pensar que no hay nada que hacer para ser mejor, lleva a que ni siquiera se intente.

En su libro “Mindset: The New Psychology of Success, la” psicóloga Carol Dweck explora cómo nuestras creencias sobre nuestras habilidades y nuestro potencial pueden influir en nuestro éxito y desarrollo personal. Dweck nos habla de dos tipos de mentalidades: el ‘growth mindset’ (mentalidad de crecimiento) y el ‘fixed mindset’ (mentalidad fija). Dos conceptos que nos invitan a una introspección sobre las creencias que moldean nuestras vidas.

diferentes mentalidades

La mentalidad fija, por un lado, se caracteriza por la creencia de que nuestras habilidades y talentos son innatos e inmutables, un regalo o una carga permanente con la que hemos nacido. Esta mentalidad, arraigada en la noción de limitación, podría sugerir que el esfuerzo es inútil o que el fracaso es un reflejo de la insuficiencia personal.

Por ejemplo, un estudiante que cree que su capacidad para las matemáticas es fija podría rendirse fácilmente ante un problema difícil, convencido de que no tiene la habilidad necesaria para resolverlo.

En contraste, la mentalidad de crecimiento despliega un horizonte de posibilidades. Este enfoque propone que nuestras capacidades no son más que un punto de partida, fomenta el amor por el aprendizaje y considera la resiliencia esencial para alcanzar grandes logros. La importancia de adoptar una mentalidad de crecimiento radica en la capacidad de ver los desafíos como oportunidades, no como obstáculos insuperables.

 

“La mentalidad de crecimiento propone que nuestras capacidades no son más que un punto de partida, fomenta el amor por el aprendizaje y considera la resiliencia esencial para alcanzar grandes logros”

 

Mentalidad de crecimiento: de limitaciones a logros

¿Has seguido los Juegos Paralímpicos de París 2024?  La mentalidad de crecimiento es clave para estos deportistas, quienes, a pesar de enfrentar limitaciones físicas, continuamente desafían las expectativas y redefinen lo que es posible en el deporte.

Tomemos el ejemplo de la nadadora paralímpica Jessica Long, quien sufrió la amputación de sus piernas cuando apenas tenía 18 meses, con numerosas operaciones posteriores a lo largo de su infancia. Un suceso que no ha impedido que la nadadora consiguiese su 17º oro Paralímpico este verano en París, sumando ya una treintena de medallas.

¿Cómo reaccionas tú a los obstáculos que aparecen en tu vida? Según Carol Dweck, las personas con mentalidad fija suelen decirse cosas como “no se me da bien”, “si es difícil me rindo”, “yo solo hago lo que ya sé hacer bien”, etc. Este tipo de persona confían mucho en el talento y creen que a las personas se les dan bien unas cosas u otras por naturaleza.

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En cambio, las personas con mentalidad de crecimiento suelen decir cosas como: “me encantan los nuevos retos”, “encontraré una manera de hacerlo”, “me gusta aprender”, “si me equivoco, lo intento de nuevo”, etc.

 

Mejorar por uno mismo, y no por los demás

Esto no significa que las personas con mentalidad de crecimiento puedan hacer cualquier cosa. No se trata de caer en la frase manida de “si quieres, puedes”, porque sabemos que no es así. Por mucho que alguien lo desee, se lo crea y se esfuerce, una persona que mida metro y medio de altura y tenga asma nunca jugará al baloncesto como Michael Jordan.

El tema, tal y como lo plantea la psicóloga, es no compararse con nadie. O, mejor dicho, compararnos solo con nosotros mismos. ¿Cómo jugaba esa persona al baloncesto hace un año y cómo juega ahora, después de entrenar de forma persistente? Seguro que mucho mejor.

Las personas con mentalidad de crecimiento simplemente buscan la mejora continua, mientras que las personas con mentalidad fija buscan la aprobación de los demás. Están más preocupadas por su propia imagen y por eso solo se arriesgan a hacer lo que ya saben hacer. Pueden ver el fracaso como una amenaza a su identidad, paralizándolos con el miedo a ser juzgados o etiquetados como inadecuados.

Sin embargo, la mentalidad de crecimiento nos enseña que el fracaso no es el fin, sino un impulso hacia el aprendizaje y la mejora. ¿Cuántas veces hemos dejado de intentar algo por temor a no ser lo suficientemente buenos? Tal vez, al adoptar una perspectiva de crecimiento, descubramos que el camino hacia el éxito no está pavimentado por un talento innato, sino con la voluntad de evolucionar. El verdadero potencial no reside en lo que ya sabemos, sino en lo que estamos dispuestos a aprender.