Dos grandes rasgos de la modernidad podrían ser la democratización del ocio, por un lado, y la sensación de falta de tiempo, por otro. Los dos rasgos parecen explicarse uno al otro, ya que la capacidad de poder gozar de un abanico cada vez más amplio de experiencias podría ser causa, precisamente, de que sintamos que no tenemos horas o días suficientes para realizar todo aquello que queremos.
Esta sensación es la culpable de que estemos sufriendo estrés de tiempo (time stress), una percepción mental con importantes consecuencias físicas. Ante esta nueva realidad, es necesario preguntarnos ¿existe también una desigualdad de género en el ocio?, ¿hombres y mujeres gozan de la misma calidad y cantidad de ocio?
¿Qué voy a leer en este artículo?
Desigualdad de género en el ocio
Ocio, proviene del latín otium, y significa reposo. La RAE define ocio como tiempo libre, fuera de las obligaciones y ocupaciones habituales. El contrario de ocio es negocio. La negación (nec) del ocio (otium). Y es que el ocio, tal y como han demostrado tantos académicos recientemente, es un buen elemento explicativo de nuestra calidad de vida.
“El contrario de ocio es negocio”
El ocio cubre muchísimas facetas que hacen una vida mejor. Es un recurso de bienestar no-monetario que tiene un impacto positivo en nuestra salud y nuestra percepción de bienestar. De hecho, el ocio ha sido un indicador claro de progreso social y de libertad para los intelectuales modernos. Tanto es así, que la Declaración Universal de los Derechos Universales incluye en su artículo 24 el derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre ¿Qué sería una vida sin celebraciones, fiestas, sin diversión? ¿Somos capaces de imaginar una vida sin arte, cine, teatro, danza, conciertos en directo, espectáculos? ¿Qué sería una vida sin aficiones, sin ejercicio físico, correr, saltar, bailar, bañarse en el mar, andar por la montaña?… El ocio importa, y la calidad del ocio explica la calidad de nuestras vidas. Hay un auge en la investigación sobre la importancia del tiempo libre, pero hay poca atención sobre su distribución y fuentes de desigualdad.
En otros artículos veíamos cómo la desigualdad está presente en la vejez, el trabajo o el liderazgo. Hoy traemos otro nuevo ámbito. Tal y como señalan recientes artículos, el hombre y la mujer no gozan ni de la misma cantidad ni calidad de ocio, generando otra vía de desigualdad, mucho menos explorada y considerada tal y como decíamos. La profesora Mara Yerkes de la Universidad de Utrech, y sus colegas, han publicado recientemente un estudio donde comparan la calidad del ocio entre hombres y mujeres en 23 países.
“El hombre y la mujer no gozan ni de la misma cantidad ni calidad de ocio.”
Las autoras del estudio hipotetizaron que la calidad del ocio sería inferior en las mujeres, ya que algunos estudios previos confirmaron que el ocio de las mujeres está más conectado con el “tiempo familiar”, es menos relajado y menos libre de interacción con los hijos. Y que, a la vez, esta calidad de ocio menor en mujeres estaría moderado por el país en el que vivieran, reduciendo la diferencia de la calidad de ocio entre hombres y mujeres en los países más igualitarios.
Para su demostración empírica, los autores usaron una base de datos con más de 28.000 participantes de 23 países, midiendo la calidad del ocio con dos indicadores:
- El nivel de presión de tiempo durante el ocio.
- El nivel en el que la propia actividad les permite relajarse y recuperar energía.
Para entender la importancia del contexto y del país en cuestión, examinaron:
- Las ideologías de género imperantes en el contexto.
- El porcentaje de menores entre 0 y 2 años en cuidados formales (i.e, jardines de infancia).
- La ratio de mujeres en el parlamento.
- La disponibilidad de bajas de paternidad.