Esta habilidad de metacognición es clave para liderar, planificar y gestionar conflictos en el entorno laboral
Hacer con las manos para pensar mejor
Las actividades manuales también desempeñan un papel importante en nuestro equilibrio. La cerámica, el bordado, la carpintería o incluso el bricolaje nos conectan con una forma de producir tangible, pausada y atenta. Nos entrenan en paciencia, en precisión y en el valor de los procesos. Al dedicarnos a algo que requiere concentración sostenida sin presión de resultados inmediatos, mejoramos nuestra tolerancia a la frustración y nuestra capacidad de concentración prolongada, dos cualidades muy valiosas en entornos laborales complejos.
Jugar para decidir mejor
Los juegos de estrategia, como el ajedrez, el Go o incluso los videojuegos de simulación, son gimnasios mentales. Nos enseñan a pensar en escenarios posibles, anticipar consecuencias, adaptarnos y tomar decisiones bajo presión. Estas competencias tienen una aplicación directa en la gestión de proyectos, la planificación o la resolución de problemas en equipo.
El arte de liberar el pensamiento
Tocar un instrumento, bailar, pintar o cocinar sin receta no solo son vías de expresión: también son ejercicios de creatividad y flexibilidad mental. En estos espacios, el error no penaliza: se convierte en parte del proceso. Esto fomenta una actitud abierta, exploratoria y valiente que resulta especialmente valiosa en entornos de innovación o cambio constante.
Aficiones como espacios de ensayo vital
Lo que todas estas actividades tienen en común no es el qué, sino el cómo: son espacios donde nos permitimos aprender sin urgencia, equivocarnos sin miedo y disfrutar sin expectativas. Y, en ese contexto, florecen habilidades que luego llevamos al trabajo sin haberlas entrenado de forma consciente.
Porque, como nos recordaba aquel caballo mecánico de Calvin Coolidge o los crucigramas de Bill Clinton, no hay una única forma de potenciar lo mejor de uno mismo. Las aficiones no son un lujo ni una vía de escape: son un espacio propio, donde seguimos cultivando lo que somos más allá del trabajo… y también dentro de él. Porque en lo que disfrutamos fuera, a menudo fortalecemos habilidades, actitudes y enfoques que enriquecen nuestra vida profesional. Un lugar donde, sin darnos cuenta, aprendemos a estar mejor. Para trabajar mejor, y para vivir mejor.
Fuente: