En términos de cultura organizativa, estos elementos pueden traducirse de las siguientes maneras:
* Diversidad: las organizaciones que valoran la diversidad tienden a reunir a personas con diferentes áreas de conocimiento y experiencias, lo que puede fomentar la innovación y la adaptación, ya que diferentes perspectivas y enfoques pueden generar soluciones más creativas y efectivas a los problemas.
* Cooperación: según Jones, vivir en un país “inteligente” fomenta la cooperación. En un entorno organizativo, la cooperación es crucial para el trabajo en equipo eficaz y la productividad. Una cultura organizativa que promueva la cooperación puede, por lo tanto, aumentar la productividad y los ingresos.
* Paciencia: la paciencia es otro factor que Jones identifica como un “efecto secundario positivo” de vivir en un país “inteligente”. Una cualidad que puede ser particularmente valiosa en la gestión del cambio y en la adaptación a nuevas circunstancias o desafíos.
* Inteligencia: finalmente, la inteligencia promedio de una organización puede tener un impacto significativo en su éxito, al igual que la inteligencia promedio de una nación puede impactar en su riqueza, según Jones.
En definitiva, como hemos visto con el experimento de los zorros domesticados, la dicotomía entre inteligencia y sociabilidad en nuestra especie no es más que dos caras de la misma moneda. Ambas características han trabajado de forma sinérgica a lo largo de nuestra evolución, permitiéndonos adaptarnos, innovar y prosperar en un mundo siempre cambiante. Al final del día, somos una especie que aprende y crece unida.
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