Hay cosas insignificantes que pueden sacarnos de quicio, contrariarnos hasta perder incluso el control de nuestras emociones.  Es algo que ocurre con esos pequeños inconvenientes que experimentamos día a día y que tienen mucho que ver con la irritabilidad en el trabajo. Nuestra paciencia tiene un límite, ¿qué ocurre cuando el incesante goteo de molestias nos lleva al límite? Exploremos las habilidades profesionales necesarias para gestionarlo de forma adecuada.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

Desencadenantes de la irritabilidad en el trabajo

Incluso las personas que aman su trabajo tienen algún descontento. Incluso las personas que sobresalen en su trabajo tienen su cuota de preocupaciones. Estos micro-desafíos, aparentemente insignificantes, pueden acumularse hasta convertirse en una montaña de frustración, alterando nuestra paz mental y mermando nuestra eficiencia. Desde el tráfico mañanero que nos retrasa o ese hilo infinito de correos que llega a última hora, hasta el murmullo de las conversaciones que fluyen a nuestro alrededor. Estas molestias del día a día, aunque invisibles y pequeñas, tienen el poder de minar nuestra productividad.

Ocurre, por ejemplo, cuando nos interrumpen. Has silenciado las notificaciones en Slack, Teams o Skype. Te has puesto los auriculares y en ellos suena el Preludio de la Suite para violonchelo n.º 1 de Bach. Tus dedos están colocados sobre el teclado y esa idea que debes plasmar en ese documento en blanco por fin va cogiendo forma en tu mente. Entonces es justo en ese momento cuando sientes un toquecito sobre tu hombro. Te vuelves y ahí está tu colega preguntándote si tiene un minuto para hablar sobre un tema de cierta urgencia. Cuando se va, también lo hace ese pensamiento trascendental y cualquier sensación de bienestar.

En este artículo ya hablamos en profundidad sobre el lado bueno y el lado menos bueno de las interrupciones. En esta ocasión queremos ir más allá y hablar de cómo la irritabilidad en el trabajo, una sensación de inquietud que a menudo se manifiesta en forma de frustración y agitación, afecta a nuestro rendimiento y nuestro estado de ánimo. Aunque puede ser una reacción natural a ciertas situaciones, la irritabilidad persistente puede indicar problemas más profundos y tener consecuencias negativas tanto para el individuo como para el equipo de trabajo.

irritaciones molestas en trabajo

 

“La irritabilidad en el trabajo afecta a nuestro rendimiento y nuestro estado de ánimo”.

 

Una idea para gestionar la irritabilidad en el trabajo

Cuando sufrimos estrés crónico o un trauma, nuestro cerebro reconfigura los circuitos de la rabia, explica el neurocientífico R. Douglas Fields. En otras palabras, cuando alguien experimenta de forma constante estrés y miedo agota sus recursos emocionales, lo que hace que sea mucho más probable que se enfade, incluso a causa de situaciones aparentemente insignificantes.

Nuestros arrebatos emocionales pueden ser molestos, sobre todo porque a menudo recibimos mensajes de que la ira es dañina, irracional y debe reprimirse. Pero la ira no es intrínsecamente mala. Y reprimirla no es bueno ni para ti ni para las personas que te rodean. De hecho, aprender a canalizarla puede ser realmente útil ya que “la ira es el guardaespaldas del dolor”, escribe en este artículo el autor David Kessler.

Los sentimientos negativos en el trabajo -como frustración, ira o miedo- son algo normal. El efecto o las consecuencias que tengan esas emociones dependerá de la forma en que los líderes las manejen, pues podrán generar o destruir un buen ambiente laboral y motivar o desmotivar a los empleados.

Tal y como indican en este artículo de HBR, las personas suelen controlar sus emociones de dos formas: suprimiendo o reevaluando.

La supresión es lo que hace la mayoría de la gente: oculta sus sentimientos y su irritabilidad en el trabajo. Pero esta estrategia en realidad lleva a una serie de resultados negativos para el individuo: entorpece sus relaciones, genera más emociones negativas y menos apoyo social, y afecta a su calidad de vida, su memoria e incluso a su presión arterial. Dados los impactos negativos de la supresión, se podría pensar que expresar plenamente nuestras emociones puede ser la estrategia más eficaz. Sin embargo, tampoco es la mejor idea. Hablar sin filtro de lo que nos molesta, en lugar de inspirar conexión y motivación, probablemente transmitirá miedo y abatimiento a los demás.

orientarse con señales

La reevaluación de una situación emocional puede ser la estrategia más adecuada en esta situación. Se trata de cambiar la forma en la que enfocamos lo que nos molesta para que pasemos de verlo como un problema o una amenaza a entenderlo como un desafío. Esto ayuda a las personas a concentrarse en la tarea que tienen entre manos y a considerar las medidas que deben tomar para alcanzar el éxito.

 

“Cambiar la forma en la que enfocamos lo que nos molesta para que pasemos de verlo como un problema o una amenaza a entenderlo como un desafío”.

 

La irritabilidad en el trabajo puede convertirse en un verdadero tormento si no se maneja correctamente. Pero antes de sucumbir ante este moderno método de tortura, es crucial recordar que incluso las gotas de agua más persistentes pueden ser redirigidas. No podemos evitar las interrupciones ni los contratiempos, pero sí podemos controlar nuestra reacción ante ellos. Transformemos cada obstáculo en un desafío, cada frustración en una oportunidad de aprendizaje.

 

Fuentes: