“La irritabilidad en el trabajo afecta a nuestro rendimiento y nuestro estado de ánimo”.
Una idea para gestionar la irritabilidad en el trabajo
Cuando sufrimos estrés crónico o un trauma, nuestro cerebro reconfigura los circuitos de la rabia, explica el neurocientífico R. Douglas Fields. En otras palabras, cuando alguien experimenta de forma constante estrés y miedo agota sus recursos emocionales, lo que hace que sea mucho más probable que se enfade, incluso a causa de situaciones aparentemente insignificantes.
Nuestros arrebatos emocionales pueden ser molestos, sobre todo porque a menudo recibimos mensajes de que la ira es dañina, irracional y debe reprimirse. Pero la ira no es intrínsecamente mala. Y reprimirla no es bueno ni para ti ni para las personas que te rodean. De hecho, aprender a canalizarla puede ser realmente útil ya que “la ira es el guardaespaldas del dolor”, escribe en este artículo el autor David Kessler.
Los sentimientos negativos en el trabajo -como frustración, ira o miedo- son algo normal. El efecto o las consecuencias que tengan esas emociones dependerá de la forma en que los líderes las manejen, pues podrán generar o destruir un buen ambiente laboral y motivar o desmotivar a los empleados.
Tal y como indican en este artículo de HBR, las personas suelen controlar sus emociones de dos formas: suprimiendo o reevaluando.