Un cerebro humano pesa poco más de kilo y medio. Un dato anecdótico si no fuera porque esa masa blanda consume cerca del 20% de toda la energía que produce el cuerpo. Un órgano que representa apenas el 2% del peso corporal devora una quinta parte de nuestro combustible diario. Y es que el cerebro es el lugar donde nacen nuestras ideas, decisiones, miedos, estrategias y planes de futuro. No es extraño que la neurociencia, fascinada con esta maquinaria sofisticada, haya terminado interesándose por cómo piensa, siente y se desgasta en el contexto laboral.

¿Qué voy a leer en este artículo?:

Qué es la neuroproductividad y por qué el cerebro consume tanta energía en el trabajo

La neuro-productividad es, en esencia, la intersección entre ciencia cerebral y rendimiento profesional. Un campo que se pregunta cómo podemos ser más productivos, de qué manera podemos cultivar un liderazgo más consciente o qué hacer para potenciar capacidades como la atención, el aprendizaje o la creatividad. La neuro-productividad trata de optimizar el rendimiento mental y mejorar la eficiencia tanto en el trabajo como en nuestro día a día, entendiendo cómo funciona el cerebro para así saber aplicar los conocimientos. Y es que cada persona posee un potencial extraordinario que, bien orientado, puede traducirse no solo en resultados, sino en una vida laboral más equilibrada y satisfactoria.

 

La neuro-productividad es, en esencia, la intersección entre ciencia cerebral y rendimiento profesional.

 

De tarea en tarea

Hasta hace bien poco, se creía que nuestro reloj biológico se regía por jornadas de 24 horas, el conocido como «ritmo circadiano», del que dependían los cambios físicos y mentales. Sin embargo, ahora sabemos que existen otras unidades de tiempo más breves, aproximadamente de cuatro horas, conocidos como los «ritmos ultradianos», que pueden alterar los niveles de dopamina, esos neurotransmisores que segregan la sensación de recompensa. Esto hace que sea recomendable parar la actividad cada hora y media, «resetear» y evitar toxicidad y cansancio en el rendimiento. Estos ritmos también explicarían los picos energéticos conocidos como «cronotipos», que en cada trabajador se sitúan en un momento concreto de su horario laboral y que debe aprovechar.

En su libro La nueva gestión del tiempo, el experto en neuro-productividad Miquel Nadal reflexiona sobre cómo regenerar nuestros hábitos laborales y aprovechar el tiempo de manera adecuada. La productividad en el pasado era sinónimo de «no parar», sin embargo, actualmente es aconsejable seleccionar con atención aquello en lo que nos vamos a ocupar, de manera que, si eliminamos tareas accesorias, habremos liberado espacio mental. Ya dijo el filósofo Nicolás Malebranche que «la atención es una cualidad del alma». Por eso la neuro-productividad reivindica el deep work, ese estado de concentración prolongada donde el cerebro pone toda su artillería cognitiva al servicio de una sola tarea.

reloj antiguo

Un metaanálisis de 26 estudios publicado en la revista Health Psychology Review demostró que la multitarea está directamente relacionada con niveles más altos de estrés, con una mayor activación del sistema nervioso simpático y una menor activación del sistema nervioso parasimpático mientras se realizan varias tareas a la vez. Por eso es recomendable comenzar la jornada planificando las tareas del día, siendo realistas, estableciendo criterios de preferencia, y evitando expectativas que no se van a poder cumplir.

 

Descanso y productividad: claves científicas para rendir mejor en el trabajo

Uno de los principios clave que subraya la neuro-productividad es la necesidad de priorizar el descanso como herramienta de rendimiento. No hablamos únicamente del sueño nocturno, aunque este sigue siendo el cimiento fundamental. Según un estudio publicado en el Journal of Occupational and Environmental Medicine, los trabajadores que afirman tener problemas para dormir tienen un 47% más de probabilidades de reportar errores en el trabajo.

 

La productividad en el pasado era sinónimo de ‘no parar’, sin embargo, actualmente es aconsejable seleccionar con atención aquello en lo que nos vamos a ocupar.

 

Mientras dormimos, el hipocampo, centro neurálgico de la memoria, reorganiza y consolida lo aprendido durante el día. De hecho, el investigador Matthew Walker advierte en su libro Why We Sleep que dormir menos de seis horas interrumpe procesos de consolidación de recuerdos y de limpieza de desechos neurotóxicos. Pero también se trata de pausas breves durante la jornada. En Japón, por ejemplo, la siesta corta o inemuri se entiende como una demostración de compromiso con el trabajo, pues indica que el empleado ha estado trabajando tanto que necesita un breve descanso. Aunque pueda parecer una curiosidad cultural, la neurociencia avala estas pausas. Rybel Wix, neuro-fisióloga clínica, y especialista en medicina de sueño en la Unidad del Sueño del Hospital Universitario HM Sanchinarro, afirma que las siestas estratégicas y cortas de unos 20 minutos pueden mejorar el estado de alerta y el rendimiento cognitivo.

 

Cómo la dopamina y el estado de flow mejoran la motivación laboral

Otro descubrimiento relacionado con la neuro-productividad tiene que ver con la dopamina, ese neurotransmisor que regula el circuito de recompensa y que está estrechamente ligado a la motivación. Los niveles óptimos de dopamina impulsan la persistencia y la capacidad para mantenerse enfocado en una meta a largo plazo, mientras que los déficits se relacionan con procrastinación y desinterés. Por eso el cerebro «premia» el progreso. Teresa Amabile, profesora de Harvard, lo denominó el principio del progreso, pues incluso pequeños avances diarios en tareas significativas generan un impulso emocional positivo que mejora el rendimiento cognitivo. Así se explica por qué métodos como el «time blocking» o la técnica Pomodoro funcionan, ya que estructuran el tiempo en bloques manejables, permitiendo que el cerebro experimente pequeñas dosis de éxito que alimentan el circuito dopaminérgico.

Cuando este ciclo positivo se sostiene, aparece el estado de «flow» que describió el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, donde un momento en que la concentración es tan intensa que la percepción del tiempo se distorsiona y las habilidades alcanzan su máximo rendimiento. Hoy sabemos que en ese estado el cerebro reduce la actividad del córtex prefrontal dorsolateral, asociado al control consciente, para permitir una respuesta más automática, eficiente y creativa.

 

Neuroproductividad y liderazgo: dirigir de forma  más consciente

El impacto de la neuro-productividad va más allá del trabajador individual, pues en entornos corporativos, comprender el funcionamiento cerebral está ayudando a repensar el liderazgo. Programas desarrollados por instituciones como el NeuroLeadership Institute han mostrado que líderes que comprenden la biología del estrés, es decir, cómo una amenaza percibida dispara la amígdala e inhibe la corteza prefrontal, son capaces de crear entornos psicológicamente seguros donde la innovación florece. Así, el «neuro liderazgo» está ganando espacio ya que promueve conversaciones que reducen la incertidumbre y activan la oxitocina, la hormona que fomenta la colaboración. El liderazgo empático tiene un efecto medible en la reducción de cortisol en los equipos, fomentando un clima donde la productividad se asocia al bienestar y no a la presión constante. A fin de cuentas, la neuro-productividad consiste en trabajar a favor del cerebro, no contra él, diseñando tareas que conecten el sentido y el logro y en el que se lidere desde la comprensión de que la mente humana prospera en entornos donde se siente segura, valorada y motivada.

 

Líderes que comprenden la biología del estrés son capaces de crear entornos psicológicamente seguros donde la innovación florece.

 

En definitiva, la neuro-productividad invita a replantear cómo y por qué se trabaja. No se trata solo de alcanzar metas, sino de hacerlo de un modo que honre la complejidad de la mente y el equilibrio que necesita. Al entender mejor nuestro cerebro, se puede construir entornos laborales donde florezca la creatividad y liderazgos que inspiren en lugar de imponer. Quizá el verdadero éxito no esté en producir sin pausa, sino en hacerlo con inteligencia, propósito y bienestar.