En un mundo donde los cinco sentidos son nuestra principal herramienta para percibir la realidad, tendemos a creer en lo que vemos. Pero, ¿qué sucede con aquello que permanece oculto a nuestros ojos? ¿Existe acaso lo que no se ve?

Imagina a ese compañero de trabajo que a veces parece que está en otro lugar, perdido en sus pensamientos. Hay días en los que apenas dice una palabra y, aunque no se toma un minuto para comer, su productividad parece estancarse. Tal vez, este colega está lidiando con un monstruo invisible como la ansiedad o una enfermedad desconocida para ti que le causa un dolor crónico insoportable.

Sin una cultura organizacional inclusiva, este compañero puede optar por mantener su lucha en silencio. Desde nuestra perspectiva podemos no entender su comportamiento, llegando incluso a juzgarlo erróneamente. Este tipo de situaciones pueden afectar a aquellos que viven con discapacidades invisibles pero permanentes.

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

¿Qué son las discapacidades invisibles?

Las discapacidades invisibles están saliendo de las sombras y demandando un reconocimiento más amplio. A diferencia de las discapacidades físicas, que pueden ser fácilmente identificadas por señales visibles como una silla de ruedas o un bastón, estas discapacidades ocultas pasan desapercibidas por la sociedad.

Según la Invisible Disabilities Association, estas condiciones, que abarcan desde síntomas como dolor debilitante, fatiga, mareos, disfunciones cognitivas, lesiones cerebrales, dificultades de aprendizaje y trastornos de salud mental, así como deficiencias auditivas y visuales, son tan reales e impactantes como sus contrapartes físicas. Sin embargo, la falta de señales visibles puede llevar a malentendidos, estigmatización y una falta de apoyo adecuado. Lo que, a su vez, conduce a juicios precipitados y a la discriminación, creando barreras adicionales para aquellos que ya están lidiando con las dificultades inherentes a su situación.

 

¿Qué porcentaje de discapacidades se consideran invisibles?

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, nos encontramos en un mundo donde mil millones de personas viven con alguna forma de discapacidad.

Una encuesta estadounidense reveló que el 74 % de estas personas no dependen de una silla de ruedas o de cualquier otro dispositivo que manifieste visualmente su discapacidad al mundo.

 

“El 74 % de las personas con discapacidad no dependen de una silla de ruedas o de cualquier otro dispositivo que manifieste visualmente su discapacidad al mundo”.

 

El “problema” de no parecer discapacitado: hacer visible lo invisible

Harvard Business Review ha publicado los resultados de un estudio orientado a entender las necesidades de las personas con discapacidades invisibles de larga duración. Los investigadores detectaron que estas personas suelen sentirse excluidas en el trabajo y es probable que reciban menos prestaciones o menos acceso a la formación y los ascensos.

Hay miedo a las posibles consecuencias que pueda sufrir alguien al comentar que tiene una discapacidad. Sobre todo, si a quien se lo comunica es a sus futuros empleadores. Les persigue el absentismo y la baja productividad, cuando en el fondo sólo son personas con necesidades especiales de conciliación, salud, accesibilidad, etc.

 

“Las personas con discapacidades invisibles suelen sentirse excluidas en el trabajo y es probable que reciban menos prestaciones o menos acceso a la formación y los ascensos”.

 

La investigación de HBR también puso de manifiesto que los líderes no son conscientes de las necesidades de las personas con discapacidades invisibles y, a menudo, no están preparados para ofrecer el apoyo y las adaptaciones necesarios. Pero también subrayan que hay una oportunidad real para que los nuevos líderes impulsen el cambio en las organizaciones aumentando su conciencia y ejerciendo un liderazgo más empático. De esta forma, podrán promover la diversidad y asegurar de que las diferencias sean valoradas y entendidas, no temidas o juzgadas.

Las personas con discapacidades invisibles aportan una riqueza de experiencias y habilidades únicas al entorno laboral, y es esencial que se les reconozca y apoye adecuadamente. Cada organización tiene la responsabilidad y la oportunidad de fomentar un ambiente de trabajo comprensivo y empático, donde todas las diferencias sean valoradas y comprendidas. Es esta diversidad la que verdaderamente enriquece y fortalece nuestras comunidades laborales.

 

Fuentes: