¿Es posible ver el futuro a través de la ventanilla de un coche? A Andreu Hernández le pasó. No hablamos de una facultad paranormal, pero sí de una visión. Le sucedió a principios de los 2000 cuando volvía de su trabajo como técnico eléctrico en una fábrica y observó desde una carretera catalana las imponentes moles de unos aerogeneradores con sus palas girando solemnemente. Al día siguiente estaba entregando su currículum en una empresa de la que no había tenido noticia. Se llamaba ACCIONA. Y poco podía imaginarlo en aquel entonces, tal como esos encuentros fortuitos que acaban en boda, pero aquello iba a cambiarle la vida.
Hoy, desde su oficina en EE. UU. nos atiende para explicarnos cómo se ha convertido en uno de los expertos internacionales en turbinas eólicas. Ese señor Lobo al que los técnicos llaman cuando parece que no hay solución para una avería eléctrica. Y también nos explicará por qué sintió la llamada de ese nuevo mundo. La sintió y la recibió: porque a los pocos días de dejar su CV lo llamaron para una entrevista.
La unión de técnica y naturaleza
Cuando tuvo aquella iluminación, Andreu trabajaba en una fábrica de aislamientos con máquinas de proyección de poliuretano. Él se encargaba del mantenimiento de las máquinas, las instalaciones, las unidades de bombeo o el embrague de los camiones. “Si te cuento, no paro en todo el día”, nos dice acerca de sus múltiples tareas.
Tras completar su titulación como técnico eléctrico, un campo que le apasionaba, el profesor le había animado a cursar estudios universitarios, pero él quería estar en contacto con el mundo de los sistemas eléctricos.
“De pequeño había sido muy mal estudiante, pero luego, cuando descubrí lo que me gustaba, empecé a sacar buenas notas y de ahí que mi tutor me animara a ir a la universidad”. Y a él le fascinaba saber cómo y por qué funcionaban las cosas, desde el calentamiento de una resistencia hasta los automatismos más complejos.
Posteriormente, en una fábrica de máquinas de control numérico —es decir, sistemas de control de movimiento de maquinaria industrial— desarrolló también su segundo talento, algo que más adelante sería un eje de su actividad en ACCIONA. Gracias a sus conocimientos de inglés se ganó el puesto de enlace con el resto de la plantilla cuando había visitas del extranjero.

“Venían técnicos de fuera. ‘Ha venido el alemán, Andreu, vete con él’. Me encantaba porque entonces te explicaban todo sobre la máquina. Yo luego tenía que dar un curso al resto del de los técnicos de mantenimiento, de todo lo que me había explicado el alemán. Lo mismo cuando venía gente de muchos otros países”. El conocimiento, a su manera, es otra forma de electricidad que se transmite entre personas.
“Cuando vi el primer parque eólico, pensé que era maquinaria eléctrica, pero también vi la posibilidad de trabajar en el campo que, de algún modo, me conectaba con mi infancia cuando cortaba leña con mi padre; no era estar encerrado en una fábrica, estás en lo alto de la montaña”.
El parque eólico de Igualada en la provincia de Barcelona que hizo cambiar el rumbo a Andreu se había instalado en 2005, lo que lo convertía en uno de los pioneros en España. “Yo solo había visto parques eólicos en fotos”, apunta. ¿Y qué le llamó la atención? “Cuando lo vi pensé que era maquinaria, que al final era un generador con automatismos, pero también tenía la segunda parte de lo que me gustaba”.
Y nos habla de su infancia, cuando salía a cortar leña con su padre. “Pensé que trabajar con esos aerogeneradores era subir al monte, no estar encerrado en una fábrica, todo el día encerrado en un edificio”. Había encontrado el vehículo que reunía sus dos grandes pasiones: la técnica y la naturaleza, la maquinaria industrial y el aire libre.
¿Cuándo puedes empezar?
Siempre había sido alguien con mucha iniciativa, según cuenta, así que se acercó sin dudarlo para dejar su currículum. No tardaron en llamarlo, tal como hemos anticipado. “Me acuerdo de que llegué a la entrevista después de haber arreglado una máquina sin haber podido cambiarme o limpiarme, estaba completamente sucio”, rememora. Y dice entre risas que mostró la mano sucia al entrevistador cuando este le tendió la suya. “Nada, nada… siéntate”, le dijo estrechándole la mano de todos modos.
“¿Sabes leer estos esquemas?”, fue la primera pregunta. “Sí”, respondió. “¿Y qué ves en esta página?”, le preguntaron en referencia a los esquemas hidráulicos de un aerogenerador. Y el entrevistado fue respondiendo sin vacilar a cada pregunta. “Explícame un poco lo que haces”, le dijeron. Y la siguiente pregunta fue: “¿Cuándo puedes empezar?”. Y es que en los albores de la energía eólica había muchos mecánicos, pero pocos eléctricos que entendieran a fondo el funcionamiento de los aerogeneradores. “Es más fácil explicar la parte mecánica a un eléctrico que al revés. Necesitaban a alguien que completara el equipo de mecánicos que ya tenían en el parque”.
“Con el paso de los años comenzó a circular mi teléfono para que ayudase con averías, hasta que un día hasta me llamaron de Corea del Sur”.
Pronto se corrió la voz de que aquel apasionado de las máquinas tenía mano con los aerogeneradores: “Con el paso de los años mi teléfono iba rulando y me llamaban del parque eólico de lado. Luego un día me llamaron de un parque de Valencia, otro de Pamplona”. De golpe, un día lo llamaron de Corea del Sur. Tenían problemas con la programación de los PLC y “alguien de Pamplona” les había dado su teléfono. “Sin comerlo ni beberlo, empecé a dar soporte técnico”.
Un técnico eléctrico por el mundo
Andreu confiesa que él nunca había sentido el deseo de viajar a conocer mundo, que lo suyo estaba más apegado a las raíces. Pero una de aquellas llamadas estaba a punto de cambiar las cosas. “Necesitamos a alguien que vaya a Polonia dos meses a hacer el preventivo de las máquinas y enseñarles bien el proceso”, le dijo un responsable de la sede de Pamplona. Aquello fue en 2014 y decidió dar el salto internacional. “Era el primer viaje que hacía, saliendo de mi zona de confort. Es lo mejor que he hecho en mi vida, sin ninguna duda”.

“[El de Polonia] era el primer viaje que hacía, saliendo de mi zona de confort. Es lo mejor que he hecho en mi vida, sin ninguna duda”.
Explica que esa aventura polaca le abrió los ojos y que disfrutó enormemente de ella. Y que, además, habría de ser el detonante de nuevas oportunidades. “Al mes de estar allí, cuando me estaba lavando las manos al final de la jornada, vi que había una máquina que seguía parada con una alarma activada”. Llamó por teléfono a los técnicos y les ofreció ayuda. “Al subir a la máquina les dije que nada de lo que habían hecho estaba relacionado con la alarma. En veinte minutos lo dejé resuelto”. El jefe de parque, que estaba en el aerogenerador, le dijo que ellos ya sabían limpiar y engrasar, pero que sería fantástico que él les enseñara lo que acaba de hacer para solucionar la avería.
El segundo mes lo dedicó a ayudarles en la reparación de averías, pero también a enseñarles “mecánica, hidráulica, electricidad, electrónica de potencia… todo sobre la máquina”. Así que tuvo que buscar las nomenclaturas en inglés para todos los datos técnicos. “Los polacos querían que me quedara, pero yo les dije que tenía dos hijos en Cataluña y que debía volver”. Aun con todo, aquellos profesionales escribieron a la sede de Pamplona para alabar el trabajo de Andreu. “Lo que has hecho en Polonia, ¿puedes hacerlo en Croacia?”, fue lo siguiente que oyó. Y a partir de ahí comenzó su gran tour global: Sudáfrica, Corea del Sur, Costa Rica, Chile, México, EE. UU., Canadá…
“Las oportunidades que se encuentran en EE. UU. no se encuentran en otros países; aquí se valoran mucho las habilidades técnicas”.
De todos esos países, dice que se enamoró personalmente de Polonia y, profesionalmente, de EE. UU. “Las oportunidades que encuentras aquí no las encuentras en ninguna otra parte. Aquí se valoran mucho las skills. Nunca me he sentido más apreciado que cuando he estado aquí”.
Una nueva vida en EE. UU.
Hoy Andreu vive cerca del parque eólico de Tatanka, situado a caballo entre Dakota del Norte y Dakota del Sur. Este parque se ha convertido en su base de operaciones. Desde allí viaja a otras partes del país y Canadá. Cuenta que se las había arreglado con un inglés internacional relativamente básico en muchos lugares. “Pero cuando fui a Oklahoma… eso ya era otra cosa. ¡Es que casi no les entendía!”. El acento americano se le atragantó y tuvo que mejorar su comprensión a marchas forzadas. “Escuchaba monólogos de stand up una y otra vez”, cuenta. “Ahora pienso en inglés. Se me está olvidando un poco el catalán y el español”, dice entre risas.
Un trabajo que ha sobrepasado las expectativas
A través de su trabajo, Andreu ha visto colmadas muchas de sus pasiones, incluyendo los sistemas eléctricos o el contacto con la naturaleza. Nos habla de la niebla por las mañanas en el parque eólico de Vilobí y de las vistas desde los aerogeneradores de Lamec, un parque en una isla de pescadores en Canadá. “Te subes a los aerogeneradores y ves el mar con los barcos de pesca y un bosque muy cerrado con alces, es precioso. También fui a ayudar al parque fotovoltaico de Red-Tailed Hawk con un problema de comunicaciones y había ovejas pastando entre los paneles”.
“Al bajar de los aerogeneradores, a veces te encuentras a las vacas mirándote fijamente”.
Cuenta que a veces, en Tatanka, las vacas forman una línea a la sombra de un aerogenerador como si fueran la manecilla de un reloj colosal. “Alguna vez, al bajar de la góndola, te las encuentras mirándote justo delante”. Y concluye: “Hay gente a la que no le gusta que haya aerogeneradores o paneles en el paisaje, pero a mí me parece una integración con el entorno maravillosa”.
El trabajo en el exterior, eso sí, no está exento de retos. “En Tatanka hemos tenido mínimas de -36o C. Y semanas en las que la máxima es de -20o C. Hay veces que ni con quitanieves se puede acceder al parque”.

Dice que al final se ha acostumbrado a esas temperaturas, que todo va de prepararse bien. “Sales con un abrigo hasta arriba y solo se te ven los ojitos”. Ahí arriba en los aerogeneradores debe de hacer un frío que pela, ¿no? “Pues no te creas, los generadores en Tatanka ya vienen calefactados. Igual hace más frio en los de Oklahoma”.
“En Tatanka hemos tenido mínimas de -36o C. Y semanas en las que la máxima es de -20o C. […] Los generadores de última generación en Tatanka ya vienen calefactados”.
Veinte años de energía eólica
Andreu ha sido un testigo privilegiado del gran despegue de la energía eólica a escala global en las últimas décadas. “Lo que más ha cambiado es el tamaño de los aerogeneradores. Son auténticas burradas. Las palas son ya de setenta y pico metros”. ¿Algún ejemplo concreto? “Lo que más me ha impresionado últimamente son las máquinas que tenemos en el parque de Forty Mile en Calgary, que son gigantes. Parecemos oompa loompas en comparación. Es que ves a un técnico dentro del buje y parece un niño con un arnés y casco”, explica. “También hay cada vez más énfasis en la seguridad laboral. Ha sido una evolución muy buena”.
“La digitalización de los aerogeneradores nos permite hacer pruebas en remoto para anticipar averías”.
El sector eólico no ha sido tampoco inmune a la digitalización. “Cada vez hay más integración de la informática o sensores de todo tipo como los de vibraciones que permiten anticipar averías. Podemos hacer tests en remoto para ver los puntos que necesitan más atención”. Otra de las fronteras de la energía renovable que menciona es el uso de baterías. “Es una pena que se pierda energía que se podría estar generando. Es algo muy necesario que ayuda también a regular precios”. Andreu ya ha tenido contacto en este campo gracias a su trabajo con las megabaterías de Cunningham en Texas.
“Trabajar (en la energía renovable) en ACCIONA es un aprendizaje constante. Las turbinas aún guardan secretos para mí”.
Antes de concluir, Andreu hace balance de su experiencia en ACCIONA, que va camino de cumplir veinte años. “Siempre digo que trabajando en este campo y en esta empresa se aprende muchísimo, tanto a nivel eléctrico como mecánico. Yo sigo aprendiendo después de todos estos años, las turbinas todavía tienen secretos para mí. Todo lo que aprendas aquí podrás extrapolarlo a tu trabajo en cualquier parte. Esta es una empresa en la que se facilita la formación continua de sus empleados”. Y añade: “Encima, si vienes desde España, el enriquecimiento cultural y lingüístico es increíble”.
En definitiva, gracias a la energía eólica, nuestro entrevistado ha podido saciar su sed de conocimiento y tener la oportunidad de transmitirlo mientras disfrutaba de una vida al aire libre, pero también ha cubierto necesidades de las que ni siquiera era consciente, tal como ha sido viajar por el mundo y descubrir otras culturas. Y todo gracias al acto de mirar a través de la ventanilla de un coche y saber ver más allá de su horizonte más inmediato.