El reputado fotógrafo francés Cartier-Bresson describió una vez la esencia de una gran fotografía como capturar “el momento decisivo”. Es ese instante mágico en el que el encuadre perfecto, un protagonista interesante y una acción definitoria se alían para crear una imagen que deja huella. De manera similar, existen momentos cruciales en la historia de cada vida humana, puntos de inflexión que definen quiénes somos y en quiénes nos convertimos.

Anton Ricafort acariciaba el sueño de convertirse en ingeniero desde una edad temprana. Su viaje comenzó en Filipinas, su lugar de nacimiento. Luego partió hacia Estados Unidos con su familia para completar su educación secundaria y obtener una licenciatura en ingeniería civil. Pronto comenzó su primer trabajo en una consultora de ingeniería. Parecía que su carrera iba por buen camino.

Sin embargo, tal como comprobó, pronto llegaron curvas inesperadas. Y aquí es cuando relata su propio momento decisivo: “Por desgracia, tuve que marcharme de Estados Unidos porque mi permiso de trabajo caducó y mi familia no recibió la residencia permanente. Así que, después de dos años de trabajar profesionalmente, tuve que regresar a Filipinas. Esa fue la parte más difícil… Te preparas para vivir y trabajar en un país y un lugar específicos, y luego descubres que ya no puedes hacerlo”.

Durante este período de grandes retos, parecía como si los planes de Anton se hubiesen venido abajo. “Me costó muchísimo encontrar un trabajo que me llenase o me resultara interesante en Filipinas”. Poco sabía que estos años difíciles se convertirían en un capítulo crítico en la historia de su vida, un capítulo que finalmente forjaría su carácter y daría una nueva dimensión a su carrera.

 

Bajo el volcán: una infancia itinerante

Antes de su estancia en Estados Unidos y ese giro inesperado de los acontecimientos, Anton Ricafort estudió en tres escuelas primarias distintas en Filipinas. Sus padres se mudaban con frecuencia dentro del país por razones laborales, lo que le llevó a criarse en diversas ciudades y regiones. Los desastres naturales también desempeñaron un papel en esa infancia nómada. “En los años 90, estuve cerca de la erupción volcánica del Monte Pinatubo… Fue una de las erupciones volcánicas más grandes de la historia reciente. En 1991, mi escuela quedó cubierta por un flujo de lahar volcánico [lodo y cenizas], así que tuve que mudarme a Manila”, recuerda.

Crecer en ese estado de cambio constante marcó su carácter para siempre. “Durante esos años estuve moviéndome de un lado para otro. Así que creo que eso me ayudó a centrarme más en estudiar, en el deporte y en alcanzar metas, en lugar de tratar de encajar socialmente. Como no me quedaba demasiado tiempo en ninguna parte, aprendí a quedarme con las cosas importantes”.

El cemento Portland es el más utilizado en el mundo de la construcción; el nombre le viene dado por su similitud con la piedra extraída de la isla homónima en el Reino Unido. Así que no deja de ser apropiado que un futuro ingeniero civil se mudase junto con su familia a Portland, aunque en este caso se trató de la ciudad estadounidense. Allí, completó sus estudios de secundaria y obtuvo una licenciatura en Ingeniería Civil en la Universidad Estatal de Oregón en Corvallis. “Durante esos años, me centré en convertirme en un ingeniero estructural, cursando numerosas asignaturas en ese campo. Una de mis clases favoritas era la ingeniería estructural de madera. Al estar en el noroeste del Pacífico hay madera en abundancia, y creo que esa es una de las especialidades de esa escuela de ingeniería”, señala.

Una comprensión renovada del desarrollo y las infraestructuras

Al completar sus estudios, Anton comenzó su carrera en la consultora de ingeniería que mencionamos anteriormente, especializándose en desarrollo comercial y residencial. Sin embargo, apenas dos años después, se encontró de nuevo en Filipinas, lidiando con la incertidumbre de un frenazo en seco: una solicitud de residencia permanente denegada, la vida en una nueva ciudad y pocas perspectivas de una carrera a largo plazo en el horizonte. Sin embargo, su perpetua itinerancia no tardó en reanudarse cuando su antiguo empleador le ofreció una oportunidad interesante en Australia en 2011.

El nuevo cargo le ofrecería un conocimiento de primera mano del impacto transformador de las infraestructuras. “Comencé a trabajar para una unidad de negocio que se dedicaba a proyectos de infraestructuras en países en desarrollo. Allí realizábamos servicios de diseño de ingeniería para países con dificultades para financiar y mantener ese tipo de proyectos”.

Tal enfoque enseñó a Anton algunas lecciones valiosas: “El gran desafío era encontrar un equilibrio entre sencillez y sofisticación en lo que se refiere a los diseños de ingeniería y el contexto local, dado que hay muchas limitaciones en términos de mano de obra cualificada y materiales de ingeniería avanzados. Además, trabajar en esas regiones me permitió tener una relación más estrecha con economistas. Y, por supuesto, leer sus informes me expuso a la justificación económica del desarrollo de infraestructuras. Esto me permitió comprender con más claridad cómo se desarrollaban y financiaban ese tipo de proyectos”.

Uno de los proyectos que resume esa filosofía fue la rehabilitación de la carretera de Enga en Vanuatu, en la que trabajó tras el ciclón Pam de 2015, que destruyó muchos de los puentes y cruces críticos de la isla. “Ves que la comunidad local no puede acceder a las infraestructuras esenciales de la isla: los estudiantes no pueden ir a la escuela durante semanas, y algunos durante meses; la gente no puede vender sus productos en el mercado. Al realizar este trabajo, lo que hicimos fue restaurar los servicios básicos de la población a través de las infraestructuras”. Y agrega: “Lo que de verdad valoré de esa experiencia fue implicarme en un trabajo relevante y con un impacto tangible. Sin embargo, había una parte que cojeaba, y era que no lo estaba haciendo en Filipinas”. En ese momento no lo sabía, pero se avecinaba otro giro.

Junto con otras instituciones como el Banco Mundial, uno de los principales clientes de su empresa de consultoría de ingeniería en Australia era el Banco Asiático de Desarrollo, que tiene su sede en Filipinas. “Y así, regresé a Manila para tener la oportunidad de liderar el desarrollo del negocio allí, y eso es lo que finalmente me llevó a ACCIONA también”. Por fin, con una visión renovada de las necesidades de los países en desarrollo y de su propio país de origen, Anton regresó de buen grado al mismo lugar al que poco antes se había mudado a regañadientes después de que se le denegara la residencia permanente en Estados Unidos.

Próxima parada: ACCIONA

Después de seis años en la firma de consultoría de ingeniería, que lo llevó de Filipinas a Australia y de vuelta a su país natal, ACCIONA llamó a su puerta. “El responsable de RRHH de Acciona encontró mi perfil y, como yo había trabajado mucho con el Banco Asiático de Desarrollo y solía trabajar con uno de los clientes de ACCIONA en Filipinas –los clientes del Puente Cebu-Cordova–, pensaron que mi trayectoria les encajaba. Así que el director de Asia Sudoriental pensó que sería bueno que me uniera a la compañía en vista de mi conocimiento de los clientes actuales y potenciales de ACCIONA en Filipinas”.

Hubo algo que llamó inmediatamente la atención de Anton durante las primeras conversaciones: “Lo que me quedó patente mientras llevaba a cabo las entrevistas para mi puesto en el sudeste asiático es que… ACCIONA estaba verdaderamente comprometida con impulsar el crecimiento en la región. Fue increíblemente motivador formar parte de un equipo que no solo buscaba entrar en el mercado, sino también tener un impacto significativo”.

 

“Fue increíblemente motivador formar parte de un equipo [de ACCIONA] que no solo buscaba entrar en el mercado, sino también tener un impacto significativo”.  

 

Si bien Anton había gestionado previamente hasta treinta proyectos de consultoría de ingeniería diferentes, a menudo haciendo malabares con las numerosas tareas, su papel como gerente de desarrollo de negocios para ACCIONA en Filipinas cambió su enfoque a un número menor de proyectos de alto valor. “Creo que, para mí, el cambio más importante es estar más concentrado en lo que hago. Incluso en mi puesto actual, ese enfoque sigue siendo válido… Prefiero ser eficaz en menos iniciativas, pero más valiosas, que dispersarme en muchas”, explica.

Las colaboraciones con socios externos se convirtieron en otro de los pilares de su repertorio profesional. Anton señala: “Para mí, lo más impactante en mis primeros días en ACCIONA fue comprender la importancia de trabajar con socios cuando llegas a un nuevo mercado… En mi trabajo anterior, no nos asociábamos con otros grupos. En ACCIONA fue casi lo contrario”. Y resume: “Hay mucha disposición a colaborar con el socio adecuado en nuevas localizaciones para sacar lo mejor de ambos equipos. En esos proyectos de gran envergadura y complejidad, aunque aportamos el conocimiento técnico, somos conscientes de que es preferible no hacerlo solos”.

 

La renuncia que nunca fue y el salto al MIT

A pesar de las valiosas lecciones aprendidas y el crecimiento profesional que había disfrutado, Anton era incapaz de quitarse una idea de la cabeza. Desde sus primeros tiempos como estudiante universitario, había acariciado la idea de cursar un MBA, pero antes tenía una hoja de ruta que completar. “Para mí era vital ocupar un puesto de gerente antes de acometer mi MBA. Quería alcanzar una comprensión más profunda de los conceptos empresariales que estaba aprendiendo y de cómo podían impactar a una organización”, explica. Ahora las estrellas se habían alineado y era el momento de dar el paso.

Tras pensarlo con detenimiento, redactó una carta de renuncia: “Expresé mi agradecimiento por trabajar en la empresa y mi pesar por marcharme, pero expliqué que tenía que aceptar la invitación para formar parte del alumnado del MBA de MIT Sloan y que, por desgracia, era un programa a tiempo completo”. Sin embargo, el resultado estaba lejos de lo que había anticipado: se encontraría estudiando en una de las escuelas de tecnología más distinguidas del mundo y luego regresaría para crecer profesionalmente en ACCIONA.

La historia se desarrolla como sigue. Precisamente en ese momento, ACCIONA Corporate estaba buscando activamente patrocinar a una persona a través de un programa de MBA de primer nivel y, por suerte, MIT Sloan estaba entre los programas en su lista de escuelas. Anton finalmente consiguió el mecenazgo de ACCIONA.

Además de ese apoyo, cree que su experiencia en la empresa también desempeñó un papel crucial en su candidatura exitosa: “La experiencia única que tuve trabajando en los países del Pacífico y en Filipinas con ACCIONA, el impacto de ampliar negocio en la región… me ayudó a entrar en el MIT”. Su MBA se centraría en innovación, emprendimiento, análisis de datos y sostenibilidad. “Elegí el MIT debido a su sólido ecosistema de emprendimiento e innovación… Tenía en mente que iba a ir y comenzar mi propio proyecto empresarial o bien unirme a una empresa que me permitiera ser más emprendedor”.

 

“La experiencia única que tuve trabajando en los países del Pacífico y en Filipinas con ACCIONA, el impacto que tuvimos al conseguir negocios en la región… me ayudó a entrar en el MIT”

 

Ser un emprendedor dentro de ACCIONA

Sin embargo, también había otras posibilidades en el horizonte: “La conversación que tuve con ACCIONA durante el MBA, especialmente con Carlos Planelles [director general de ACCIONA para América del Norte] y Telmo Pérez [director de Innovación y Transformación Digital de Infraestructuras de ACCIONA], me mostró que había una oportunidad para que yo trabajase en el departamento de innovación, lo que me permitiría cumplir mis objetivos dentro de una empresa que admiro”. Anton no tuvo que irse muy lejos para encontrarlo: “Si te soy sincero, cuando hablo con mis compañeros en la región, una de las observaciones más comunes que mencionan es que pueden decir que ACCIONA realmente intenta impulsar prácticas más sostenibles en la industria”.

Al completar su MBA, ACCIONA brindó otra razón convincente para que Anton regresara a la empresa. Con sus padres en Filipinas y su hermana en América del Norte, “la familia hizo un esfuerzo deliberado por estar más conectada”. Anton tuvo la oportunidad de asumir un cargo centrado en innovación en América del Norte, donde actuaría como enlace entre la sede española y América.

Anton recuerda: “Después de hablar con [Carlos Planelles] al final de mi MBA, comprendí que trasladarme a Canadá era una de las oportunidades más interesantes, y creo que hay muchas formas de crear impacto y contribuir a la empresa aquí”. En su cargo actual, Anton es un firme defensor de la digitalización y el análisis de datos como impulsores fundamentales del cambio.

“Creo que la digitalización nos ayudará a ser más eficientes. Puede mejorar cómo documentamos y gestionamos nuestros proyectos. Con el tiempo, recopilaremos información empresarial crítica y solo entonces podremos aprovechar realmente tecnologías complejas como la inteligencia artificial”. Y agrega: “Así que necesitamos tener las herramientas digitales adecuadas para recopilar y agregar información como entradas de personal y equipo, uso de recursos y materiales, tasas de producción, etc., para comprender y desarrollar ideas empresariales”.

Anton menciona otras herramientas de hardware, como sensores de IoT y cámaras, como complementos críticos para mejorar la eficiencia y, a su vez, impulsar la sostenibilidad. “Entender cómo podemos reducir aún más los residuos, mejorar la productividad, aumentar los márgenes, ser más eficientes y asignar mejor a nuestro personal y recursos son todos desafíos cruciales. Como se puede ver, estos son desafíos muy complejos y se pueden resolver de manera más eficaz por medio de la tecnología”.

Un ejemplo de esto es una iniciativa financiada por el FATDA (Fondo de Aceleración para la Transformación Digital de Acciona) en el proyecto del Metro Broadway en Vancouver, en la Columbia Británica en Canadá. El proyecto pondrá a prueba una plataforma que combina cámaras de 360 grados, realidad aumentada y Modelado de Información de Construcción (BIM, por sus siglas en inglés). Estos elementos se superponen en el entorno de construcción físico para agilizar el proceso de monitorizar y ayudar a anticipar cuellos de botella en tiempo real.

“Aprovechamos la información BIM existente y la hacemos más accesible para el personal in situ por medio de tabletas y teléfonos inteligentes con el apoyo de la realidad aumentada. Nuestro objetivo es identificar más escollos en las obras temporales para reducir retrasos y simplificar la forma en que informamos sobre los problemas a los que nos vamos enfrentando. La plataforma utiliza la inteligencia artificial para superponer y combinar fotos de 360 grados y la información BIM más reciente. Con esto, podemos comprender nuestro progreso en tiempo real y cómo las obras existentes pueden interferir con las obras futuras”, detalla Anton.

Otra de sus prioridades es fomentar una mentalidad innovadora en el seno de la organización. Esa es la lógica detrás de la primera edición de los Premios a la Innovación de América del Norte: “Eso me dio la oportunidad de trabajar con 19 equipos formados internamente en la identificación de problemas y en la búsqueda de soluciones innovadoras correspondientes”. El ganador de la competición buscó cubrir las necesidades de la empresa en cuanto a innovación y sostenibilidad: “Propusieron la descarbonización de nuestros equipos de construcción utilizando un dispositivo móvil de captura de carbono diseñado originalmente para camiones. La tecnología es bastante nueva y estamos considerando avanzar en esa idea a través de nuestros departamentos de I+D y Maquinaria en España. En este momento estamos evaluando esa tecnología para ver cómo se desarrolla y cómo podemos usarla en nuestra industria”.

ACCIONA no solo impulsa la innovación desde su sede en España hacia varios departamentos internacionales, sino que también aprovecha su presencia en América del Norte para explorar nuevas oportunidades en el dinámico ecosistema de innovación y tecnología de Silicon Valley. Anton también desempeña un papel en eso: “Estamos trabajando con nuestros socios de innovación aquí para identificar tendencias con impacto y maduras que se pueden aplicar a nuestro negocio de infraestructuras. Es posible que en un futuro podamos trabajar con la sólida red de startups, fondos de capital riesgo y otros inversores corporativos de la región. Tal vez podamos colaborar en pruebas de concepto para esas nuevas tecnologías, hacer pruebas piloto de nuevos productos o servicios, o incluso convertirnos en inversores en algunas de estas nuevas tendencias”.

 

El compromiso con las nuevas generaciones

Antes de concluir nuestra conversación, Anton destaca una de sus principales prioridades: “Una de las iniciativas regionales que más he disfrutado es atraer y desarrollar a nuestros jóvenes profesionales”. Una de las formas en que lo están logrando es a través del trabajo con cooperativas universitarias: “Es un soplo de aire fresco porque tengo la oportunidad de trabajar con jóvenes ingenieros y profesionales. Es una forma de entender cómo piensan las personas cuando salen de la universidad; me está aportando una nueva perspectiva”.

 

“Es un soplo de aire fresco porque tengo la oportunidad de trabajar con jóvenes ingenieros y profesionales. Es una forma de entender cómo piensan las personas cuando salen de la universidad; me está aportando una nueva perspectiva”.

ACCIONA brinda oportunidades laborales a esas nuevas generaciones, ofreciendo becas de 12 a 16 meses en la empresa. Sin embargo, se trata de un beneficio bidireccional, ya que esos jóvenes profesionales también aportan perspectivas originales y novedosas. “Aprovecho esa interacción como una oportunidad para aprender y obtener algunas ideas sobre cómo podemos revitalizar y mejorar el negocio… El objetivo, obviamente, es atraerlos y retenerlos en ACCIONA, pero incluso si no se quedan y van a otro sitio, probablemente se convertirán en futuros colaboradores o socios, quizás consultores de ingeniería o empleados de nuestros clientes”, subraya. El objetivo final, agrega, es “fomentar la sostenibilidad y la innovación para progresar en la industria de las infraestructuras”.

Al final, según Anton, “cuando estás buscando incorporar personas a la empresa, es importante entender si hay una alineación general de intereses y valores… así es más fácil inspirarlos y motivarlos”. Estos jóvenes profesionales también traen consigo un nuevo conjunto de expectativas: “Al conocerlos, me llama la atención que plantean preguntas de mucho peso, incluso en las primeras etapas de sus carreras. Un ejemplo es: ¿qué estáis haciendo [en ACCIONA] en términos sostenibilidad, no solo en el aspecto ambiental, sino también en el aspecto humano? ¿Cómo estáis fomentando que las minorías y las personas con menor representación participen en la industria para cerrar la brecha de diversidad dentro de STEM?”.

A medida que nuestra conversación toca a su fin, reflexionando sobre esas nuevas perspectivas, Anton concluye diciendo: “Es un anticipo de las prioridades para las futuras generaciones, un buen indicador de cómo podemos atraer y retener talento en el futuro”. Y, como alguien motivado por la innovación y la sostenibilidad, cabe afirmar que Anton Ricafort también desempeñará un papel fundamental en definir esos nuevos horizontes.

 

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