Así son los espacios que cuidan
Según una encuesta global del Instituto de Salud de McKinsey a más de treinta mil empleados en todo el mundo, el 57 % afirmó tener una buena salud holística. Es decir, una salud que incluye no solo lo físico, sino también lo mental, espiritual y social.
El dato no es malo: indica que más de la mitad de los encuestados se sienten bien. Pero sí destapó algunas desigualdades. El agotamiento se mostró más frecuente entre mujeres, jóvenes, personas neurodivergentes o quienes enfrentan dificultades económicas. Sin embargo, el factor que más generaba esa fatiga no era quién eras, sino el clima en el que trabajabas: la toxicidad del entorno pesó más que cualquier otra variable.
Un recordatorio incómodo pero necesario: el diseño por sí solo no transforma una organización. De poco sirve una sala de descanso bonita si nadie siente que puede tomarse un respiro. Diseñar espacios de trabajo saludables implica una mirada sistémica, donde el entorno físico y la cultura organizativa actúan en sintonía.
“El diseño por sí solo no transforma una organización. Diseñar espacios de trabajo saludables implica una mirada sistémica”
Formas de diseñar entornos que suman al bienestar
Según McKinsey, existen factores que pueden influir en la salud laboral y que las organizaciones pueden modelar desde el diseño de sus espacios y su cultura interna:
1. Interacción social
Las relaciones positivas en el entorno laboral son un potente antídoto contra el agotamiento. El diseño puede fomentar estos vínculos si se crean espacios que inviten al encuentro: zonas comunes, cafeterías y comedores, salas informales para reuniones espontáneas o rincones que faciliten conversaciones sin pantallas de por medio. No se trata solo de habilitar metros cuadrados, sino de facilitar momentos de conexión humana que refuercen unos espacios de trabajo saludables.
2. Mentalidad y creencias
El espacio también transmite mensajes. Un entorno que refleja los valores de la empresa —por ejemplo, con materiales sostenibles, señalética inclusiva o espacios pensados para la creatividad— refuerza el sentido de pertenencia. Sentirse alineado con la identidad de la organización tiene un impacto directo en el bienestar emocional.
3. Actividad productiva
La salud laboral también pasa por poder trabajar de forma eficaz y con fluidez. Diseñar espacios adaptados a distintos tipos de tareas —concentración, colaboración, pausa o movimiento— mejora el foco y reduce la fatiga. El mobiliario ergonómico, la buena iluminación o la presencia de tecnología bien integrada son detalles que, en conjunto, facilitan un día a día más alineado con los principios de los espacios de trabajo saludables.
4. Estrés
La sobreestimulación sensorial —ruido, desorden, luces artificiales intensas— es una fuente habitual de estrés. Un entorno que cuida el confort visual y acústico, que permite regular la luz natural o que cuenta con zonas de pausa silenciosas, ayuda a calmar el sistema nervioso y bajar el ritmo cuando hace falta.
5. Sueño
El descanso no empieza en casa: se construye durante el día. Espacios con luz natural, , zonas donde desconectar realmente o la posibilidad de tomar pequeñas pausas ayudan a respetar los ritmos biológicos. Dormir mejor fuera del trabajo también es una consecuencia de contar con espacios de trabajo saludables.
Entender estos factores no como elementos aislados, sino como un ecosistema interconectado, permite transformar el lugar de trabajo en un auténtico agente de salud.
No se trata de oficinas de revista, ni de seguir la última tendencia en diseño corporativo. Se trata de comprender cómo el espacio puede actuar sobre dimensiones clave de la salud: desde el estrés hasta la conexión social, desde la productividad hasta el descanso.
Apostar por espacios de trabajo saludables es una forma de poner a las personas en el centro. Y quizá también de recordarnos que el trabajo puede —y debe— ser un lugar donde florecer.
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