Saber delegar, pero también cuánto delegar
El arte de delegar emerge como una de las piedras angulares del liderazgo efectivo. Tal como menciona John C. Maxwell en su libro el acto de delegar es un delicado equilibrio entre brindar el apoyo suficiente y permitir que el equipo descubra sus propias soluciones.
¿Cómo se logra ese balance entre estar presente y dar espacio? No es una ciencia exacta, sino más bien un ejercicio de intuición y observación. En este proceso, los líderes deben preguntarse no solo cuánta responsabilidad están dispuestos a compartir, sino cómo pueden identificar las capacidades y potencialidades de su equipo, permitiendo que cada miembro asuma roles que los desafíen y los motiven, pero sin sobrecargarlos. Tal vez, al explorar estas fronteras, los líderes descubren que el verdadero desafío a la hora de delegar es aprender a soltar sin desvincularse, a guiar sin imponer.
Eliminar los cuellos de botella para que el trabajo fluya
Implicarse en cada pequeño detalle, en cada pequeño problema, no es cosa fácil. Requiere una cantidad inmensa de energía y, a menudo, conduce al agotamiento y al desgaste profesional. En un entorno donde cada decisión pasa por el líder, los equipos se vuelven dependientes, incapaces de pensar por sí mismos. Este tipo de microgestión puede sofocar la creatividad y la iniciativa, lo que refuerza una cultura de dependencia donde los empleados esperan instrucciones en lugar de tomar la iniciativa.
¿Qué pasaría si, en un contexto de confianza y comunicación abierta, el equipo tuviese libertad para tomar las decisiones que creyese convenientes? Según señalan en este artículo de Fast Company, cuando los empleados tienen la información y el contexto necesario, se vuelven más activos en la toma de decisiones. Esto les da un sentido de pertenencia y responsabilidad. Al fomentar esta participación, no solo se mejora la eficiencia, sino que también se prepara al equipo para afrontar desafíos de manera más proactiva.