En el vasto escenario del liderazgo moderno, los nuevos líderes se enfrentan a un desafío monumental: romper con los patrones de pensamiento y acción que limitan el potencial de sus equipos. En un mundo donde el cerebro humano a menudo opera en piloto automático, estos líderes deben navegar teniendo muy presente la manera en que comunican, colaboran y ejecutan su trabajo. La pregunta no es simplemente cómo liderar, sino cómo liderar de tal manera que el equipo crezca, florezca y alcance su máximo potencial.
¿Qué voy a leer en este artículo?
- Saber cómo y cuánto delegar
- Eliminar los cuellos de botella
- Dejar que la tripulación tome el timón
- Vigilar los comportamientos tóxicos
- Respetar el tiempo de los demás
Saber delegar, pero también cuánto delegar
El arte de delegar emerge como una de las piedras angulares del liderazgo efectivo. Tal como menciona John C. Maxwell en su libro Cómo desarrollar a los líderes que le rodean, hacer cosas grandes y tener un gran impacto requiere la habilidad de dejar ir, de confiar en que otros pueden llevar la antorcha hacia el futuro. Sin embargo, el acto de delegar es un delicado equilibrio entre brindar el apoyo suficiente y permitir que el equipo descubra sus propias soluciones.
¿Cómo se logra ese balance entre estar presente y dar espacio? No es una ciencia exacta, sino más bien un ejercicio de intuición y observación. En este proceso, los líderes deben preguntarse no solo cuánta responsabilidad están dispuestos a compartir, sino cómo pueden identificar las capacidades y potencialidades de su equipo, permitiendo que cada miembro asuma roles que los desafíen y los motiven, pero sin sobrecargarlos. Tal vez, al explorar estas fronteras, los líderes descubren que el verdadero desafío a la hora de delegar es aprender a soltar sin desvincularse, a guiar sin imponer.
Eliminar los cuellos de botella para que el trabajo fluya
Implicarse en cada pequeño detalle, en cada pequeño problema, no es cosa fácil. Requiere una cantidad inmensa de energía y, a menudo, conduce al agotamiento y al desgaste profesional. En un entorno donde cada decisión pasa por el líder, los equipos se vuelven dependientes, incapaces de pensar por sí mismos. Este tipo de microgestión puede sofocar la creatividad y la iniciativa, lo que refuerza una cultura de dependencia donde los empleados esperan instrucciones en lugar de tomar la iniciativa.
¿Qué pasaría si, en un contexto de confianza y comunicación abierta, el equipo tuviese libertad para tomar las decisiones que creyese convenientes? Según señalan en este artículo de Fast Company, cuando los empleados tienen la información y el contexto necesario, se vuelven más activos en la toma de decisiones. Esto les da un sentido de pertenencia y responsabilidad. Al fomentar esta participación, no solo se mejora la eficiencia, sino que también se prepara al equipo para afrontar desafíos de manera más proactiva.
Capitán, deje que la tripulación también tome el timón
“No le digas a la gente cómo hacer las cosas, diles qué hacer y deja que te sorprendan con sus resultados”, dijo el general George S. Patton. Unas palabras que invitan a los líderes a embarcarse en un viaje de confianza y autonomía con el resto de su equipo.
Puede que existan muchos medios distintos para alcanzar un mismo fin. Y que el camino que elegiríamos nosotros no tiene por qué ser el más eficiente. De hecho, puede que estemos tan acostumbrados a hacer las cosas de una determinada manera que no veamos que existen otras formas distintas –y puede que mejores– de alcanzar nuestros objetivos.
Este enfoque no solo se centra en el resultado final, sino en el proceso de descubrimiento que el equipo experimenta al trazar su propio camino hacia el éxito. Al confiar en la capacidad de los miembros del equipo para enfrentarse a los desafíos con creatividad e ingenio, se abre un mundo de posibilidades en el que las soluciones innovadoras emergen de los rincones menos esperados. Eso sí, permitir que los equipos naveguen por sí mismos no significa desentenderse, sino establecer un marco claro de objetivos y expectativas.
Cuidado con los comportamientos negativos que pueden contaminar el equipo
Los líderes inevitablemente se enfrentarán a desafíos que ponen a prueba el tejido moral y emocional de sus equipos. Un obstáculo particularmente insidioso es el comportamiento tóxico, que puede manifestarse tanto en empleados de alto rendimiento como en aquellos de bajo rendimiento.
El problema con los empleados tóxicos de alto rendimiento es que su éxito en términos de resultados puede enmascarar sus efectos negativos en el entorno de trabajo. Cuando se toleran comportamientos como la arrogancia, el menosprecio hacia los compañeros, o la presión para que otros se ajusten a su ritmo, se envía un mensaje peligroso: que los resultados justifican los medios, sin importar el coste humano.
Por otro lado, los empleados de bajo rendimiento que se ponen de perfil y evitan el compromiso, sin mejoras ni consecuencias, también pueden ser perjudiciales.
Su falta de compromiso o de esfuerzo arrastra al resto del equipo, lo que genera frustración y desmotivación. Al igual que sus contrapartes tóxicas de alto rendimiento, la inacción frente a estos comportamientos establece un precedente que puede llevar a una cultura de complacencia y desinterés.
Respetar el tiempo de los demás
Finalmente, en un mundo saturado de distracciones, proteger al equipo de actividades que devoran el tiempo sin piedad se convierte en una necesidad imperiosa. El respeto por el tiempo y la productividad es un signo de liderazgo consciente, donde la calidad del trabajo es el resultado de un ambiente que permite la concentración y la innovación.
Demasiadas reuniones, solicitudes contradictorias y sobrecarga de información pueden dañar la productividad de un equipo. Sin la oportunidad de concentrarse durante períodos prolongados sin interrupciones, los empleados no pueden trabajar en las mejores condiciones.
En última instancia, el liderazgo que busca el crecimiento del equipo es un acto de equilibrio constante. Es un diálogo perpetuo entre involucrarse lo suficiente para guiar y retirarse lo necesario para permitir el florecimiento de la autonomía. A través de este viaje, los nuevos líderes no solo moldean la productividad y la moral de sus equipos, sino que también dejan una huella indeleble en el camino hacia un futuro más brillante y colaborativo.
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