El interés por el liderazgo se remonta a la antigüedad. A pesar de la abundante literatura académica generada durante tanto tiempo, la riqueza y complejidad del término dificulta una definición clara. En este sentido Fiedler señaló que hay casi tantas definiciones de liderazgo como teorías de liderazgo. Tal y como explican Jiménez, Chinchilla, y Grau en su nueva publicación sobre el mal liderazgo, en general, el liderazgo se ha asociado con un sesgo positivo. De hecho, leemos libros de buenos líderes, no de malos. En este sentido, podríamos considerar el mal liderazgo como un oxímoron.
Desafortunadamente, en la actualidad seguimos siendo testigos de la influencia de malos líderes y su mala administración en ámbitos públicos y privados, como la política, el mundo corporativo, los medios de comunicación, la ciencia, así como en nuestros hogares. El mal liderazgo puede adoptar muchas formas, desde las más explícitas, visibles e ilegales como el fraude, la corrupción, la degradación ambiental, o el acoso, hasta otras formas mucho más sutiles, silenciosas y no punibles como podría ser la indiferencia.
Podríamos pensar que el mal liderazgo es un tema menor. No obstante, según un estudio publicado en Journal of Leardership Studies, un tercio de los participantes consideraba que su superior era un mal líder. Son palabras mayores. Consideraban que éstos mostraban favoritismos, hacían como propia la idea de un empleado, o regañaban a un compañero en frente de otros.
El mal uso del poder da lugar a malos líderes
La naturaleza del lado oscuro de la acción humana ha sido un tema abordado sistemáticamente a lo largo de la historia del pensamiento. Dos ejemplos claros son el Leviatán, del filósofo inglés Hobbes (1588-1679) y El príncipe, escrito por el teórico político italiano Machiavelli (1469-1527). Sin embargo, comprender el lado oscuro de la acción humana sigue siendo un desafío teórico contemporáneo, tal y como señala Salvador Giner en la Sociología del Mal.
En la literatura sobre organización y management ha habido un esfuerzo reciente acerca de comprender por qué algunos empleados, gerentes y organizaciones se comportan mal. Según Kellerman en su artículo Bad leadership, es importante comprender en primer lugar que los líderes, buenos y malos, son “portadores de poder”. Es decir, son personas a las que se las ha ofrecido poder como un medio para alcanzar los objetivos de su equipo. Por lo tanto, la respuesta pasa no por el poder, sino por el uso de éste.
Pérez López señala que existen tres malos usos de poder:
- Un uso injusto del poder. Este primer mal uso del poder se manifiesta cuando el líder usa el poder para un fin que no es el requerido. Un ejemplo podría ser el apropiarse de algo que no le pertenece.
- Un no-uso del poder cuando es necesario. Este segundo mal uso del poder se manifiesta cuando el líder no usa el poder cuando debería usarlo. Un ejemplo podría ser cuando en su equipo hay una situación injusta de un compañero a otro y éste siendo consciente, no actúa.
- Un uso inútil del poder. Este tercer mal uso del poder se manifiesta cuando el líder hacer un uso inútil. Un ejemplo de ello sería un uso caprichoso del poder como imponer restricciones inútiles a los empleados para ensalzar su posición.
El uso de cualquiera de las tres formas de poder lleva a un mal liderazgo, y con ello, se pierde la autoridad, y por lo tanto la confianza, hecho que tendrá grandes consecuencias en las futuras interacciones entre el líder y su entorno, y por ende, en las organizaciones donde se encuentran estos líderes.
De malos líderes a líderes responsables
Como el lector podrá imaginar no es fácil pasar de un mal liderazgo a un liderazgo responsable. Sin embargo, existen ciertas pistas. Por ejemplo, Pérez López proponer considerar tres criterios en cada decisión. Estos son la eficacia, la eficiencia, y la consistencia. Los malos líderes solo consideran los dos primeros criterios, el logro del objetivo, y el aprendizaje para uno mismo, pero solo son los líderes responsables, quien incluyen la consistencia, el aprendizaje del otro, como tercer criterio en cada decisión, junto con el logro de la tarea, y el aprendizaje para uno mismo.
Debemos ser capaces de generar nuevos espacios para repensar la importancia de la consistencia, del otro, de los otros. Según Pérez López, hasta las propias escuelas de negocio se olvidan de este punto, hay un enfoque necesario en la eficacia y la eficiencia, pero la consistencia es la gran olvidada. Es, por lo tanto, necesario hacer un cambio de paradigma donde las interacciones con el equipo pasen de ser transacciones a relaciones, y los empleados, de empleados a personas con toda su plenitud. Es un sutil cambio de mirada, pero esta sutileza puede modificar el paradigma necesario para emerjan liderazgos responsables.
Bibliografía:
Jiménez, E.; Chinchilla, N.; Grau-Grau, M., (2021), “From bad leadership to responsible leadership: the revolution of motives among leaders”, Debating Bad Leadership: Reasons and Remedies, Palgrave Macmillan. ISBN: 978-3-030-65024-7