Además, ¿sabías que el mal humor puede contagiarse? No hace falta discutir para que ocurra. Es algo relacionado con las neuronas espejo. Nuestro cerebro capta las señales faciales y las interacciones de los demás para comprender qué sucede, para ser más empáticos y para coordinarnos con el resto, como explica la pionera en este campo, Elaine Hatfield, de la Universidad de Hawái.
Es similar a lo que ocurre con los bostezos. Vemos a alguien bostezar y de forma inconsciente, casi mecánica, le imitamos. En muchos sentidos, con las emociones funciona del mismo modo. Con la gran diferencia de que un bostezo apenas dura unos segundos, mientras que, cuando nos contagiamos de las emociones de otra persona, estas permanecen con nosotros. Nos las llevamos de casa a la oficina y viceversa, corriendo el riesgo de traspasárselas a otras personas, como si fuesen un virus.
Pero, por suerte, esta conexión también se da con las emociones positivas. Por lo que el buen humor también puede contagiarse. Tal y como mencionan en este artículo del El País, si nos rodeamos de personas que son felices, tenemos un 25 % más de probabilidad de ser felices nosotros mismos. Sin embargo, según Brandon Smith, consultor y terapeuta experto en bienestar en el trabajo, las emociones negativas producen un efecto mucho más contagioso.