La velocidad es un nuevo valor. Cuanto más rápido, mejor. Se asocia a más eficiencia y va de la mano del progreso y la modernidad. La lentitud, en cambio, denota cierta torpeza y un cierto grado de inadecuación. Pero ¿qué beneficios aporta realmente la aceleración social a las organizaciones?

¿Qué voy a leer en este artículo?

 

Vivimos en un contexto que invita a la aceleración social

Son muchos los pensadores que han reflexionado sobre las implicaciones de la velocidad. Zygmunt Bauman, por ejemplo, nos advertía que el propio turista está impulsado por una frenética e impersonal velocidad que lo condena a “ver sin mirar”.

Años antes, el sociólogo alemán George Simmel, ya vaticinó que la metrópolis, la ciudad moderna, invitaban al anonimato, a la sobreaceleración y a la renuncia a la reflexión, todas ellas grandes enemigas de la atención y el cuidado. Tal y como recoge Lluís Duch en su libro “Vida cotidiana y velocidad”.

La literatura tampoco ha dejado al margen la velocidad como elemento contemporáneo. Charles Baudelaire ya dibujó al hombre moderno como aquel “en medio del bullicio circulatorio”.

Una de las reflexiones actuales más interesantes viene de la mano de Harmut Rosa, profesor de sociología en la Universidad Friedrich-Schiller de Jena (Alemania) quien presenta la aceleración social no como un rasgo individual de las personas, sino como una tendencia sistémica de toda la modernidad. Es decir, nos aceleramos a nivel individual debido a que nuestro contexto invita a ello, nos impulsa a la aceleración.

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¿Cuál es la causa de la aceleración social?

Según Rosa, las ciencias sociales deberían siempre tener en mente dos preguntas:

  • ¿Qué es una buena vida?
  • ¿Por qué no la tenemos?

Para entender la calidad de nuestras vidas siempre es necesario examinar la relación macro-micro. Es decir, estudiar cómo el contexto y nuestra realidad social afectan a nuestra persona y a nuestra realidad individual. En este sentido, la aceleración social puede ser un obstáculo para la buena vida.

Rosa se pregunta qué es lo que realmente se acelera en nuestras vidas. El tiempo disponible por día sigue siendo el mismo de siempre, y la esperanza de vida se amplía, así que el tiempo en sí, obviamente no es lo que se acelera.

 

“La aceleración social, el incremento de la velocidad en nuestras vidas puede ser un obstáculo para la buena vida”

 

Por lo tanto, si el tiempo no se acelera, ¿qué es lo que hace que nuestra vida se acelere? Según el sociólogo alemán hay tres fenómenos que se aceleran: la aceleración tecnológica, la aceleración del cambio social, y la aceleración del ritmo de la vida. Vamos uno a uno.

*La aceleración tecnológica. todos somos conscientes de que hay un aumento de la velocidad en el transporte, la comunicación y la producción. Si hace un siglo se necesitaban tres semanas para ir de España a Argentina en barco, hoy necesitamos solo 15 horas en avión.

Lo mismo con la comunicación entre nosotros. Hemos pasado de cartas a correos electrónicos y mensajes instantáneos. Y también con el proceso de fabricación de tantos productos. Somos capaces de producir más rápido. Por lo tanto, es obvio que vivimos en un contexto de aceleración tecnológica.

 

“Si hace un siglo se necesitaban tres semanas para ir de España a Argentina en barco, hoy necesitamos solo 15 horas en avión”.

 

No obstante, esta aceleración tecnología debería ser aprovechada para ir más desacelerados, ya que el incremento de velocidad en el transporte, la comunicación, o la producción nos “regala” tiempo. Llegamos antes a Argentina, escribimos un correo electrónico que llega inmediatamente en vez de una carta que tardaría días en hacerlo, y fabricamos más rápido nuestro producto. Así que este elemento por sí solo no explica la aceleración social.

*La aceleración de los cambios sociales: según Rosa, otro fenómeno que se acelera son los cambios en las actitudes, en los valores, en las modas, los estilos de vida, las relaciones y las obligaciones sociales.

Solo como ejemplo, la forma de vestir cambió muy poco durante muchos siglos (imaginemos la Edad Media), pero lo ha hecho de manera radical en pocas décadas. Por lo tanto, no solo hay procesos de aceleración dentro de la sociedad (como la aceleración tecnológica), sino que hay aceleración en la sociedad misma como observamos con los cambios sociales.

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*La aceleración del ritmo de vida. Este es seguramente el aspecto que nos afecta más directamente a nuestra vida diaria, ya que se observa un incremento del número de episodios de acción por día.

Es decir, en un día se realizan cada vez más acciones distintas, con sus transiciones correspondientes de una tarea a la otra, que nos hacer percibir hambre de tiempo. Es decir, la sensación de no llegar a cumplir todas las responsabilidades laborales, sociales, personales, la llamada relojización. Cada vez realizamos más acciones y se percibe el tiempo como un recurso escaso dividido entre la multitud de tareas a realizar.

 

“En un día se realizan cada vez más acciones distintas que nos hacer percibir hambre de tiempo”.

 

Estas tres formas de aceleración (tecnológica, cambios sociales y ritmo de la vida), junto con una creciente sensación de competencia, se entrelazan entre sí, generando un ciclo de aceleración difícil de frenar y con consecuencias serias no solo para las propias personas y sus familias, sino también para las propias organizaciones.

 

¿Cómo afecta la aceleración social a las organizaciones?

La velocidad y la aceleración de nuestra vida afecta a nuestra salud física y psíquica, y también a la deshumanización de nuestras relaciones. La velocidad disminuye la calidad de la relación con los otros y, como decíamos, las organizaciones no son una excepción.

El síndrome de la prisa, provocado por el ciclo de la aceleración presentado anteriormente, tiene obviamente algunos beneficios, ya que nos empuja a realizar más tareas, finalizar más proyectos, pero a la vez, hay muchas consecuencias invisibles para las organizaciones (falta de creatividad, reflexión, deshumanización) que requieren de cierta reflexión.

Es por esto que cada vez son más las personas que buscan oasis de desaceleración (resorts, monasterios, clases de mindfulness, viajes al desierto). Rosa también destaca que la propia aceleración puede llegar a una disfunción y convertirse sin quererlo en desaceleración. Lo observamos en el tráfico con los embotellamientos provocados por muchas personas que quieren moverse con rapidez, o en algunas personas que desafortunadamente pasan de un alto nivel de actividad o velocidad o un nivel muy bajo provocados por ansiedad, depresión o enfermedades cardiovasculares que impiden seguir con niveles de velocidad anteriores.

Por lo tanto, ante esta nueva situación seria interesante reflexionar sobre los siguientes puntos:

* A nivel individual sería positivo hacerse las siguientes preguntas: ¿Cuáles son los beneficios de mi aceleración? ¿Cuáles son las consecuencias negativas de mi aceleración? ¿Perjudica a la calidad de mi trabajo? ¿Perjudica a la calidad de relaciones con las personas que tengo alrededor?

* A nivel individual, si la persona lo considera importante, buscar momentos de desaceleración, ya sea a lo largo del año (vacaciones), o lo largo del día (pausas regenerativas al empezar el día, the morning miracle, al mediodía, o antes e ir a dormir)

* A nivel corporativo también sería interesante hacerse las siguientes preguntas ¿Cuáles son los beneficios de la aceleración? ¿Cuáles son las consecuencias negativas de esta aceleración? ¿La velocidad hace perder a la organización capacidad creativa? ¿La velocidad afecta negativamente a la innovación? ¿En qué otros aspectos nos afectan la aceleración social, positiva y negativamente?

* A nivel corporativo también se podría fomentar momentos de desaceleración para los empleados ya sea a partir de programas de formación, o bien de reforzar la importancia del descanso y los momentos de desaceleración.

La excelencia a veces requiere de la velocidad, pero muchos otros momentos pueden generar una valiosa riqueza para la persona y para su grupo de trabajo si se llenan de reflexión, serenidad y disfrute de los pequeños detalles.

 

Referencias:

  • Duch, Lluís (2018) Vida cotidiana y velocidad. Herder, Barcelona.
  • Rosa, Harmut (2016). Alienación y aceleración. Hacia una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía. Katz Editores, Madrid.