Sin duda, la forma en la que uno percibe su entorno influye en su capacidad de llevar a cabo el trabajo. Pero no todo el mundo es capaz de mantener una actitud positiva cuando se enfrenta a situaciones negativas. Cuando te encuentras ante situaciones adversas puedes elegir entre dejar salir lo peor de ti o buscar la parte positiva de la situación. Por eso, cuando más duro es el trabajo, más determina la actitud el nivel de productividad.

Una actitud positiva genera beneficios en el entorno laboral. Las personas positivas atraen a los demás y despiertan su instinto de colaboración. Además, quienes intentan mantener un nivel elevado de energía positiva tienen más facilidad para encontrar el lado positivo de cualquier situación por dura que esta sea.

Es mejor poner el esfuerzo en hacer cosas que mejoren la situación o el entorno, en lugar de perder el tiempo instalándose en la queja continua. Quejarse no ayuda a avanzar, sólo asegura una pérdida de tiempo. Por el contrario, la actitud positiva es contagiosa y atrae a los demás, por lo que ayuda a construir el sentimiento de equipo.

Una actitud positiva  es muy útil en la solución de problemas. ¿Quien no conoce una situación en que una sonrisa haya roto la tensión del entorno? Y al revés, una mala actitud puede generar problemas de forma rápida. Por otro lado, una actitud negativa reduce la capacidad de toma de decisiones y, por tanto, el crecimiento y la innovación. Una actitud positiva mantiene tu mente despejada y y te permite tomar buenas decisiones para llevar a cabo las acciones más adecuada en cada momento.

Por tanto, podemos afirmar que una actitud positiva brinda resultados y que, muchas veces, dicha actitud es incluso más importante que la intensidad del trabajo. Si quieres ser más productivo, ten una actitud positiva hacia el entorno.