De todos los fenómenos derivados de la revolución tecnológica de la última década, uno de los que mayor impacto han tenido en la economía global y específicamente en el mercado laboral es la denominada Gig Economy. Tal y como refleja un estudio de McKinsey Global Institute, de ella ya participaban en 2016 hasta un tercio de los habitantes de Estados Unidos y Europa (aproximadamente 162 millones de personas). Y expertos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) reconocen que “ha alterado los modelos comerciales tradicionales y también los modelos de empleo”.

Dos son las claves de la Gig Economy -cuyo nacimiento tuvo lugar en Estados Unidos y que es un paradigma idóneo para las compañías que apuestan claramente por la innovación tecnológica-: Flexibilidad y la comunicación online. Su dinámica está estrechamente vinculada a la economía colaborativa que se ha consolidado de la mano de plataformas de internet o aplicaciones (apps) a través de las cuales los usuarios pueden obtener en poco tiempo respuesta a sus demandas de servicios de diferente tipo (transporte privado, mensajería, tareas administrativas, comida a domicilio, etcétera).
Esta “economía de los pequeños encargos” (microtask) supone para los profesionales la prestación de servicios -no es aplicable a todos los sectores- de manera esporádica y a conveniencia. Son trabajos a los que acceden, desde cualquier lugar y en cualquier momento, a través de convocatorias abierta. Los aspirantes a desempeñarlos están dispersos geográficamente, si bien en algunos sectores se requiere que el capital humano implicado resida dentro de un ámbito territorial determinado.
Una vez que se ha comprometido con una tarea o proyecto, el profesional -que no tiene vinculación con la empresa responsable de la plataforma web o de la app- cuenta para su realización con sus propios recursos materiales. Una vez finalizado, tendrá que pagar a dicha empresa un porcentaje del precio que pague el cliente final.
Las ventajas para estos autoempleados son claras: mayor oferta de trabajo para los más cualificados; oportunidad de colaborar con otros profesionales de cualquier parte del mundo y mayor libertad al no requerirse exclusividad.
En términos de empleabilidad, la Gig Economy es un fenómeno ligado a los millennials (los nacidos a partir de los años 80 del siglo XX). Entre 2015 y 2017 la OIT entrevistó a 3.500 profesionales de 75 países que se emplean a través de plataformas de microtask, lo cual permitió a la institución realizar una radiografía de los profesionales que se ganan la vida gracias a la “economía de los pequeños encargos”: Su media de edad es de 33,2 años; dos tercios del capital humano está formado por hombres; un 37% cuenta con estudios de Bachillerato y un 20%, con universitarios; para un 32% es su principal fuente de ingresos y para otro 32%, un complemento al salario obtenido en otras actividades.

En definitiva, la Gig Economy ha venido para quedarse y ha supuesto una revolución más en la cultura empresarial. Tal y como señala el escritor y orador Shep Hyken, uno de los más prestigiosos expertos a nivel mundial en servicio al cliente, “ya sea un conductor de Uber o Lyft, un músico, un cámara freelance, el concepto de la Gig Economy se ha puesto de moda y es un factor importante en la economía y la fuerza de trabajo.

Fuentes: Forbes, Organización Internacional del Trabajo, McKinsey Global Institute y El Confidencial

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